Río de Janeiro. Durante la mañana del jueves, realicé mi último viaje de madrugada entre ciudades de Brasil. En total, fueron 11 aviones los que tuve que tomar  para poder moverme dentro del país y cubrir una variedad de partidos de esta Copa Mundial.

Parte de la experiencia de esos viajes fueron los traslados en taxi. En más de un mes acá en Brasil, ya se puede imaginar la cantidad de taxis que he tomado. Así que, de cierta manera, los taxistas se convierten en un tipo de portavoz del pueblo. Cada vez que tengo una curiosidad sobre cómo reaccionaría un brasileño a cierta situación o pregunta, pues le consulto al taxista.

El jueves, sin yo proponerlo, surgió el tema de la Copa con el taxista. Así que le zumbé la pregunta. “¿Cómo usted reaccionaría si ve a Argentina levantando la copa en el Maracaná?”, cuestioné.

La respuesta fue inmediata, sincera. “No importa. ¡Ya lo peor pasó!”, me contestó el taxista, de unos 60 años, sin tapujos.

Lo “peor” es, obviamente, el 7-1 de Alemania a Brasil el pasado martes en el estadio Mineirao de Belo Horizonte.

Acepto que me ha sorprendido que, desde el “Mineirazo”, los brasileños han intentado retomar su cotidianidad. El tema, como me pasó a mi, a veces surge sin querer forzarlo. Han aceptado el Mineirazo como una realidad, algo que no pueden borrar.

Para colmo, ahora el archirrival Argentina tiene la posibilidad de proclamare rey del mundo en la catedral brasileña que es el Maracaná. Todo una pesadilla. Pero, como ha repetido una y otra vez el técnico brasileño Luiz Felipe Scolari, “la vida continúa”. 

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