Con el anuncio de parte de la Federación de Béisbol de Puerto Rico de reducir los equipos participantes en el torneo Superior Doble A, de 48 a 42, tengo, precisamente, mi conteo en tres y dos.

Strike cantado, el primero:  Eso de poner a Osvaldo Gil a presidir el Comité Evaluador para la reducción de franquicias es una estrategia mal intencionada, con toda premeditación y alevosía, de parte del presidente federativo, José Quiles, para fastidiar a Israel Roldán, persona responsable de la expansión de la liga a 48 municipios. 

El Sr. Gil no tiene nada por qué estar interviniendo a estas alturas de su vida en el funcionamiento de la pelota Doble A. Hay que retirarse con dignidad. Es obvia su vendetta contra el Sr. Roldán, y el Sr. Quiles lo sabe.

Bola bajita, la primera:  Si una franquicia no puede llevar 300 personas al parque; sus instalaciones para jugar béisbol no son adecuadas; cambia de apoderado con demasiada frecuencia; o el equipo es consistentemente perdedor, no debe competir en este torneo.

¡A Swing Completo! 2do strike:   ¿Cuál realmente es la finalidad de la federación con este campeonato? ¿Hacer chavos o desarrollar y expandir el deporte del béisbol a la mayor cantidad de pueblos y parques posibles?

Bola pegada, la segunda:  Tiene que ser cuesta arriba para un apoderado de una franquicia exitosa tener que jugar con equipos malos y de fanaticada inexistente. Esto le afecta sus propios juegos locales porque le van muchos menos fanáticos, sufriendo tanto la taquilla como las cantinas.

Tercera pelota mala. El conteo en tres y dos:  Con 42 franquicias se podría jugar en formato de seis  secciones de siete equipos, con calendario de 14 desafíos cada uno. Los mejores cuatro pasan a semifinales seccionales, y luego la final. Entonces, los seis campeones divisionales que jueguen un Carnaval round robin de cinco partidos, con los mejores cuatro pasando a las series semifinales nacionales (al que gane cuatro  de un máximo de siete), cerrando con la final nacional. 

 El destino de tan importante turno al bate queda en manos de los actuales federativos del béisbol, incluyendo todos los apoderados. Si deciden con honestidad y compromiso genuino, por el bien del deporte, tienen la base por bolas. Pero si todo esto es un andamiaje con la única intención de echar al zafacón la obra de Roldán, entonces van a coger un ponche con el cual se van a ahorcar con su propio bate.