Ya lo hizo el Papa, lo que era impensable. Así que los legisladores inconformes con su paga, como María Milagros Charbonier, pueden imitarlo y no pasa nada.

Ese lamento de la novata representante penepé, que al menos lo plantea públicamente  y no se esconde en excusas y subterfugios como los nuevos líderes populares en Cámara y Senado, es inaceptable para el ciudadano de a pie, que somos la enorme mayoría.

Si a la señora Charbonier no le da con $1,700 quincenales, que dice ella que es lo que recibe después de los descuentos (y sin contar convenientemente las dietas y el estipendio), puede regresar hoy mismo a su lucrativa práctica de abogada y ganarse su sustento con dinero privado.

Lo cierto es que a la señora Charbonier, igual que a los otros 50 representantes populares y penepés, les pagamos un sueldo básico de $73,000 (sin contar los extras que cobran los que tienen posiciones de liderato), más $150 ó $162 por sesión o día de vistas públicas o ejecutivas, más alrededor de $1,500 al mes para que paguen y mantengan su carrito.

Eso será así al menos durante el primer semestre de este año, porque así lo decidió el caucus de la nueva mayoría popular, tan campante, que pospuso para el 1 de julio cualquier rebaja de privilegios.

En el Senado fue peor. El caucus de la nueva mayoría popular decidió el 5 de enero que no habría pago de dietas ni de estipendio desde el primer día de sesión. Pero los senadores populares no cumplieron.

El presidente del Senado, Eduardo Bhatia, renegó del documento que firmó y difundió tan pronto se enteró de que su contraparte en la Cámara, Jaime Perelló, había pospuesto el compromiso de campaña por seis meses.

Bhatia autorizó el pago de dietas, y presumimos que de estipendio también, a los 27 senadores, con la excusa de que no podía actuar separadamente de la Cámara, lo que es falso.

Como decía hoy Irene Garzón Fernández en su columna De Primera Mano en Primera Hora, los cuerpos legislativos no están atados entre sí. Y de hecho, recordaba, los senadores tuvieron carro oficial antes que los representantes.

Los senadores pueden renunciar a cobrar dietas hoy mismo notificándole por escrito a la Secretaría del cuerpo, como hicieron un puñado de ellos y la senadora independentista María de Lourdes Santiago.

Ese cuento de que están donando las dietas a entidades benéficas no es aceptable porque para donar el dinero tienen primero que aceptarlo. Además, es un mamey donar fondos públicos y una desverguenza hacerlo después de haberse comprometido a no cobrarlos.

Lo que procede es que el dinero se quede en el origen, de modo que cuenten a la hora de rediseñar el presupuesto de la Legislatura, que también se comprometieron a reducir sustancialmente.

Todo lo que no sea cumplir el compromiso que hicieron con el País para que los eligieran es gansería. Si no les da con lo que ganan, nadie los obliga a ser legisladores.

El Papa dice que renuncia por su edad avanzada y ya hay debate sobre ello. Si esa excusa no les acomoda a los legisladores, que se vayan por 'esmayaos'. Seguro que nadie lo pondrá en duda.