En una isla donde está el jaiba o el listo botao, no deja de sorprenderme cómo es posible que tengamos, a su vez, tanta gente cándida. Utilizo el término “cándido” para no ofender. Usted, mejor que nadie, entiende a lo que me refiero.

Uno puede pensar que la piña está agria y usted debe defender el peso. Pero, ¡mire mi hermano!, poner algo tan serio como su salud en manos de cualquiera, eso son otros veinte.

Le admito que estoy espantao. En estos momentos, las autoridades buscan como aguja a un dúo de damas, quienes administraban una oficina de estética en Aguas Buenas, donde además ponían “braces”. Al parecer, las jóvenes no están licenciadas.

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Incluso, las audaces jóvenes advertían en sus páginas sociales que “no son ortodoncistas”, solo trabajaban alineando los dientes y que, además, no tocaban muelas. Sin embargo, esta advertencia no desalentaba a sus clientes.

Con una simple foto por WhatsApp y pagando $350, más de uno abrió su boca a estas féminas. La mera descripción de este relato ya debe levantar banderas. La boca está llena de nervios. Los dientes son piezas únicas que, con cualquier manejo inadecuado, puede perder para siempre.

De igual forma, con usted acudir a la escuela y entrar al salón, podrá identificar que si no se utilizan utensilios esterilizados y de no ser manejados correctamente, puede invitar a las bacterias a entrar a este preciado lugar. Una infección bien buena gente lo puede sembrar en una cama de hospital y sabe Dios dónde más.

Entrevistando al presidente electo del Colegio de Cirujanos Dentistas, Miguel Alvarado, la institución documentó hace un tiempo unos 19 casos de personas que realizaban algún trabajo dental de forma fatula. No obstante, las autoridades arrastraron los pies a la hora de atender las denuncias.

Ahora bien, ¿si una persona pone su boca, cara, cuerpo o nalgas en manos de una persona que sabe de antemano, no tiene la preparación médica para realizar el trabajo que proyecta, puede levantar las manos para decir que fue estafado?.

Los medios hemos reseñado los malos resultados de cirugías estéticas con personas que alegan tener estudios médicos de otros países. Imagínese con alguien que tira por delante la admisión de que no está preparado.

Este caso debe ser seguido con atención. Veremos si dan con las jóvenes. Deben ser procesadas para dar el ejemplo. Una mala costumbre de esta isla es que reina la impunidad. Es hora de que ocurran consecuencias. Se tiene que ejemplificar para que otras personas lo piensen dos veces a la hora de arriesgarse.

Pero vuelvo a la preocupación que esbocé al principio. El ciudadano tiene que ser más aguzao. Tenemos que usar la materia gris, porque por más que se queje, recuerdo el viejo refrán de la estaca: “¿Qué culpa tiene la estaca si el sapo salta y se ensarta?”.