Este martes, 20 de febrero se conmemoró un siglo de un asesinato que estremeció a Puerto Rico. Ese día de 1924, una niña fue violada y asesinada a manos de dos jóvenes que se convertirían, a su vez, en los últimos convictos en ser ejecutados mediante pena de muerte.

Aunque la víctima cursaba el quinto grado, la prensa de la época revelaba que tenía 13 años. Una edad que supondría estar en algún grado más adelantado. El nombre de la jovencita era Guillermina Rodríguez Morales.

Guillermina era natural de Caguas e hija de un agricultor llamado Rafael Rodríguez Martínez. La madre de Guillermina era Claudina Morales Montañez.

De acuerdo al relato de los hechos, Guillermina almorzó en la casa de sus padres y regresó a la escuela. No más tarde de las 4:00 p.m., Guillermina arribaba a su casa tras la jornada escolar. Sin embargo, ese día no regresó. Don Rafael narró que fue a la escuela tras la ausencia de su hija, sólo para toparse con el hecho de que esa tarde su hija no ingresó nuevamente al plantel.

El cuerpo de Guillermina apareció al otro día, un 21 de febrero, como hoy. Su padre había estado buscando por toda la ruta que comprendía el camino entre la casa y la escuela. Relataron que buscaron hasta en unos cañaverales cercanos. Fue un hermano de Guillermina, identificado como José, quien se topó con el cuerpo de la infortunada. Fue encontrada en el sector Cepero, del barrio Sabana Llana, entre Río Piedras y Trujillo Alto.

Guillermina fue golpeada y violada. El médico Luis Pereira Leal, certificó que fue asfixiada con su propio cinturón.

Sus asesinos confesarían más tarde que utilizaron el cinturón para tratar de acallar los gritos de la menor. Tras cometer el acto trataron de enterrar a Guillermina, pero terminaron escondiéndola con la esperanza de regresar más tarde y sepultarlo. Ello no ocurrió, pues José se topó antes con el cuerpo de su hermanita. Pasaría un tiempo para que la Policía de la época diera con el primer sospechoso. Resultó ser Jacinto Clemente.

Vecinos del lugar dieron su descripción y más tarde, lo identificarían como una persona que estuvo merodeando por la zona. Clemente nació en el 1900 en la zona de Río Piedras. Al momento del crimen, tenía 24 años y era jornalero en los cañaverales aledaños a la escena del crimen. La investigación arrojó que ya para ese momento tenía varios sucesos de acoso, incluyendo uno en el cual una fémina escapó tras Clemente forcejear con ella. Clemente estaba casado con Rosa Febres Córdova desde el 1921. Tras ser arrestado y tras intensos interrogatorios, al menos así lo describe la prensa del momento, confesó el crimen e involucró a otro joven. Este resultó ser Carlos Arocho Guzmán, un joven nacido en Ciales, en el 1904.

Arocho Guzmán también trabajaba como jornalero y fue en esas labores donde conoció a Clemente y surgió su nefasta amistad. Más de tres años tomaría el proceso y el cumplimiento de su condena. Estos fueron sentenciados a muerte y su ejecución ocurrió el 20 de julio de 1927. El escenario fue el patio interior de la cárcel la Princesa en el Viejo San Juan. Ambos murieron en la horca ante la presencia de un nutrido grupo que incluyó periodistas. En las afueras se aglomeró una multitud que pedían linchar a los hombres.

Hace varios años me encontraba en el cementerio de Villa Palmeras. Es uno de los más antiguos de la isla. Allí están sepultados muchos de los salseros más conocidos… Cortijo, Ismael Rivera, Pellín Rodríguez, Cano Estremera, entre otros.

Mientras visitaba la tumbas de mis ídolos de juventud, uno de los trabajadores más longevos del lugar me dijo: “Don Normando; aquí están también Arocho y Clemente”. Mi curiosidad hizo que me llevara al lugar. Allí estuve frente a la humilde tumba, donde estos dos forajidos moran juntos. Pero esa es otra historia. Hoy los recuerdos, memorias y el deseo de un descanso eterno es para Guillermina.