Media hora me bastó para percatarme del berenjenal y el merecumbé que ocurre dentro de esa casa en la que se mantienen encerrados en convivencia varias personalidades que son famosas en sus países de origen.

Digo, porque por lo menos yo solamente reconocí a Maripily y a Lupillo Rivera, a quien identifico por haberlo visto en la industria musical. Quizás usted los conoce, yo ni idea.

Tuve la mala suerte de marcar el programa justo cuando estaban a punto de arrancarse las cabezas por unos canelones -creo que eran seis- en una pelea absurda que no entendí jamás. A la media hora no resistí más, máxime cuando me enteré que antes -no sé si días, o semanas- se habían peleado por unas salchichas, cosa a la que en Puerto Rico no estamos acostumbrados ni siquiera cuando nos azota un huracán y se nos vacía la despensa.

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La Casa de los Famosos levanta pasiones desenfrenadas y forma un revolquín de opiniones. Los “reality shows” se han convertido en un fenómeno que arrasa en audiencias porque despierta una curiosidad desmedida por las vidas ajenas. A juzgar por los comentarios en redes y las notas en los medios de comunicación, la mitad de Puerto Rico -o quizás un poco más- se pega a la tele para asomarse a ese recinto en el que se cuecen chismorreos y toda clase de entuertos. Es más, en esa media hora que les cuento presentaron hasta enredos “románticos” y amagues de chaka chaka que me dejaron perpleja… perpleja y estupefacta, porque para esas reyertas y cuchi cuchis en público soy muy de la vieja guardia. Pero muy.

No veo el programa, y no es porque me crea intelectualeta o porque sea puritana. Simplemente, no es mi gusto, como tampoco lo son otros programas, a lo que se suma que la hora es complicada. Pero tengo amistades y familia que están secuestrados, embobados, e hipnotizados siguiendo las incidencias que se fermentan en ese ring en el que se desatan los caracteres de acuerdo a la estrategia que tienen para ganar. ¿Estrategia? Eso sí que no lo entiendo, porque ¿cómo se diagrama la victoria en el tema de la convivencia? ¿Quién se supone que gane, quien más pelea o quien logra sobrevivir siendo el símbolo del ‘peace and love’?

Ya le digo, para muestra un botón basta y yo quedé aturdida en esa media hora en la que me dispuse curiosear -lo que vi ocurrió en un cuarto, bastante reguereteado por cierto, y en la cocina- para entender el pegote de tanta gente con ese dramón. Es más, la semana pasada leí en varios medios que dos hombres se insultaron y a puntito estaba aquello de convertirse en la lona de una batalla de lucha libre internacional.

Si a usted le gusta, le place y le encanta, pues fantástico, siga viendo y disfrutando esa creación televisiva que le permite olvidar su estrés y vivirse el de los demás. Supongo que se partirá de la risa con los jelengues y con los sucesos que se desatan en ese aire tenso que se respira ahí adentro. Goce usted, que está en su derecho. Yo paso.

En otras informaciones, como dicen los noticiarios, que a mí me resultan pertinentes e importantes, les recomiendo que echen una miradita a las noticias que se publican sobre el azote del cambio climático tanto en Puerto Rico como en el mundo entero. A juzgar por los sucesos, pinta que pronto tendremos que rogarle al cielo que envíe otro Noé a darnos pon y salvarnos.