Él se escondía para imaginar el ritmo en sus propias manos. Como una chispa prohibida que encendía los sentidos al primer toque del tambor.

Y luego de casi enloquecer con el ruido a los que bajo su techo habitaban, guardaba el instrumento sin sospechar que la vida lo preparaba para asumir un legado muy importante.

Es de esa manera que el maestro bombero José Luis Archeval Rodríguez, recuerda su primera experiencia con la bomba puertorriqueña, género musical que se escuchaba en cada esquina de su natal barrio Bélgica en Ponce.

“Aprendí a tocar bomba viendo a un muchacho, Luis Alomar, que vivía detrás de mi casa, porque antes no estaba permitido que los niños se integraran a tocar, así como ahora. Entonces, lo que hacía era que iba, miraba y me ponía a practicar en una timba negra que me habían prestado”, confesó Archeval, cofundador de la Escuela de Bomba y Plena Isabel Albizu.

Era la década del 60, cuando en barrios como Bélgica, Cuatro Calles y San Antón en Ponce se daba ese fenómeno de la rumba de esquina, con ritmos afrocaribeños que salían de cualquier balcón.

“No me fue difícil aprender porque era algo que estaba en mí. Lo difícil es desarrollarlo”, confesó Archeval, un maestro jubilado del sistema de Educación Pública.

Sin embargo, la primera experiencia formal del ahora maestro de la bomba fue con la plena, con el grupo Pleneros del Barrio de Roberto Texeira. Más adelante, Archeval dio rienda suelta a su pasión por el género musical de mayor antigüedad en el país.

Desde entonces no detuvo el talento para el cual nació, al participar de otros grupos bomberos como el Ballet Folclórico Bambalué, a donde trabajó directamente con la fenecida Isabel Albizu Dávila, conocida como la “Matriarca de la Bomba”.

“Ella acogía a uno con los brazos abiertos, como si lo conociera toda la vida. Le cogí mucho cariño por todo lo que me enseñó y por el respeto que me mostró, que aparte de su carácter fuerte, tenía un gran corazón, un gran espíritu, un gran compromiso”, recordó Archeval sobre Albizu, quien dedicó más de cuatro décadas a la divulgación de la bomba.

“Doña Isa y su esposo Wilfredo 'Ito' Santiago, tenían en mente un proyecto que nunca se pudo realizar, una escuela de bomba o un área para enseñar a la juventud, a los niños, a todo aquel al que pudieran llegar”, agregó.

Pero eso no se concretó, pues doña Isabel falleció en el 2012. Pero su enseñanza impulsó tanto al viudo como a su hijo Amaury “Beto” Santiago Albizu, Noemí Román y su hija Naisha Charlotte y a José Archeval, a fundar el sueño de su maestra.

Desde entonces, el entusiasmo de estos paladines de la cultura los ha llevado a instituir una escuela donde además de enseñar a tocar bomba y plena, se esmeran por educar en el baile y el canto del género.

Luego de caminar por varios lugares en Ponce, la Escuela de Bomba y Plena Isabel Albizu Dávila encontró su nicho en el Centro Cultural Carmen Solá de Pereira, a donde cada sábado llegan estudiantes de todo el país. Todo por aprender.

“Aquí se enseña percusión básica, fundamentos de la música, los diferentes ritmos y seises de bomba. Se enseña a tocar, a bailar y hay gente que llega a bailar y ha salido cantando”, dijo sobre los estudiantes que fluctúan entre los nueve y 70 años de edad.

Otro aspecto que distingue a esta escuela es que el aprendizaje solo conlleva un donativo cercano a los $3 dólares, si el estudiante lo puede pagar. 

“Es una labor voluntaria porque los donativos se usan para comprar instrumentos, vestuario y lo que se necesite para las presentaciones” expresó Archeval que también participó del grupo Bomba Iyá y Rumba Cuembé.

La labor de este maestro de profesión y vocación no terminará hasta que logre encontrar una sede fija para la escuela. Tal como lo soñó la propia Isabel.