El follaje de los árboles sirve de pared; la luna llena en la noche es su mejor iluminación y el contacto con la naturaleza es la gran excusa para tener una experiencia totalmente ecoturística, cuando se visita el Tropical Treehouse, un concepto único de hospedería en cabañas hechas de bambú.

Empotrado en las montañas de Rincón, Joe Scheer y su esposa Laura —naturales de Wisconsin— encontraron aquí el lugar idóneo para criar a sus dos hijos, Sam y Sophia, y a la vez, darle rienda suelta a su imaginación para poder crear un concepto de hospedería entre árboles.

“Me cansé de los inviernos de Wisconsin. Vine a Puerto Rico por primera vez con un amigo de la Universidad que era de Vieques. Viví allí dos temporadas y luego nos movimos a St. John. Estaba buscando un lugar para comprar, pero en St. John era muy caro. En aquel tiempo, mucha gente de allá venía a Rincón. Vinimos a verlo y nos encantó”, dijo Scheer, quien fue maestro de ciencias en SESO (Southwestern Educational Society) en Mayagüez y también en el departamento de geología del Recinto Universitario de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico.

Luego de mucho caminar por la zona, en 1992 encontró una vieja estructura que casi era consumida por la vegetación. La compró y lo convirtió en su hogar. Ahí comenzó a construir cabañas conocidas como “hooch” hechas de distintos tipos de bambú y pisos de madera que hoy forman la singular hospedería.

“Soy carpintero y siempre me ha gustado la arquitectura hecha en madera y crear cosas con palmas y bambú”, destacó.

Así nació Tropical Treehouse, un espacio alejado de la civilización y muy cerca de la naturaleza pura. El complejo cuenta con tres cabañas: “Sunset Hooch”, “Budda Hooch” y el “Master Bedroom Hooch”. Todas están separadas por la misma naturaleza, lo que ofrece un espacio íntimo y cada una está construida partiendo de un punto central desde donde salen las columnas de bambú -específicamente de la especie Guadua, de gran altura y resistente. La estructura mantiene su balance con tensores que van amarrados a los árboles.

En tierra se encuentra el baño, que incluye inodoro, lavamanos y bañera, todos al aire libre. Unas escaleras de madera llevan al segundo nivel, donde ubica la cocina, equipada con estufa, tope y fregadero, y luego, en la parte superior de la cabaña está la habitación con una cama tamaño “Queen” equipada con mosquitero y varios muebles hechos de madera.

Ninguna estructura tiene paredes o ventanas. Son totalmente abiertas. Se utiliza luz solar para iluminarse con linternas hechas de bambú, cuentan con calentador solar y se recicla el agua de la lluvia.

“Aquí tenemos 13 acres de terreno en el que tenemos más de 35 tipos de bambúes, pero también hemos sembrado árboles nativos de Puerto Rico y otros frutales. Los huéspedes gozan de caminar por las veredas, conociendo los tipos de árboles que tenemos y disfrutando de la naturaleza. Los atardeceres aquí son espectaculares. Estamos a minutos de la playa, así que pueden ir a surfear o pasar el día tomando el sol. Además, los atardeceres aquí son espectaculares”, sostuvo Scheer, de 63 años.

“El concepto original era para turistas estadounidenses, pero poco a poco los puertorriqueños se fueron enterando, unos por artículos que fueron saliendo y otros por recomendaciones de amigos. Ahora estamos ocupados todo el año”, añadió.

Un chico que vino de Estados Unidos quería sorprender a su novia y alquiló una de las cabañas. Pero la muchacha llegó en tacos altos y apenas podía caminar por aquí porque no quería caminar descalza. Al final, cuando vio la cabaña le dijo: ‘yo no me voy a quedar aquí’. Así que él la llevó a un hotel, la dejó en un cuarto y regresó a pasar la noche solo aquí”.