Su certificado de nacimiento dice que tiene ya 100 años, pero su prístina memoria y sus ganas de seguir viviendo, parecen desmentirlo.

Don Juan Rodríguez Caro está de plácemes en estos días porque celebra ya un siglo en este plano terrenal. Nació el 13 de mayo de 1917 en Rincón y todavía no tiene planes de despedirse de este mundo.

Con una mente prodigiosa y un sentido del humor incansable, este rincoeño es una enciclopedia histórica andante. Recuerda sucesos de su vida con lujo de detalles y no olvida una fecha importante -ni siquiera el cumpleaños o la edad de sus seis hijas.

Relacionadas

En un encuentro con Suroeste, don Juan compartió su secreto para durar tantos años: no tomar ni comer nada en exceso y gozarse la vida.

“Yo siempre me he dado mi cervecita y mi palito de pitorro pa’ que la sangre caliente, pero nunca en exceso. Me puedo dar una o dos al día, pero nada más. Nunca fui mujeriego. Siempre fui una persona muy reservada y la alimentación era importante. Comía lo que mi familia sembraba en nuestra finca”, confesó Rodríguez Caro.

Tiene seis hijas, 26 nietos, 37 bisnietos y 22 tataranietos (cifras que él mismo proporciona con exactitud) y se ha casado dos veces, la última vez cuando tenía ya 75 años. Y, sobre todo, ha trabajado toda su vida.

“Primero me dediqué a cortar caña. Luego, fui comerciante ambulante, compraba y vendía animales. Después cogí una tienda y cuando cumplí los 59 años, que hacían 35 años que tenía negocios, dejé la tienda y me fui como negociador ambulante. A los 62 años comencé a trabajar en la agricultura en un terrenito que tenía en casa. Sembraba frutos menores y en un jeep que tenía, los detallaba (vendía) por las casas”, resumió Rodríguez Caro.

“Cuando tenía 75 años, mi primera esposa (Abaíta Ramos, con quien procreó sus seis hijas) murió y me encontraba solo. Mis hijas estaban lejos y no me podían atender. Entonces me fui, conseguí una viuda que tenía 61 años y me casé con ella”, narró entre risas.

Los últimos años los ha pasado en el Centro para envejecientes Playeros de la Edad de Oro, una institución que atiende a personas de edad avanzada.

“Me levanto a las 6:00 a.m. Me baño, me afeito y me vengo pa’l centro. Aquí me gusta jugar dominó, dialogar con las demás personas. Pasan las horas y no las siento”, subrayó.

Lee los periódicos religiosamente todos los días -sin espejuelos- y está al día con lo que pasa en el país.

Asegura que la vida de antes era más tranquila porque en ese tiempo no se hablaba de drogas, ni de nada y “la única droga que había era el ron caña”.

UNA FIESTA FAMILIAR

Mientras don Juan conversaba, su hija Delia, de 75 años, lo observaba maravillada.

“Yo me siento tan feliz y orgullosa de él. No quisiera que Papá Dios me lo llevara”, manifestó la tercera de seis hijas.

“Mi papá es humilde. De vez en cuando se pone bravo cuando quiere que las cosas se hagan a su manera, pero es una gran persona”, añadió.

Para conmemorar sus 100 años de vida, la familia decidió celebrarlo por todo lo alto con una reunión enorme de hijos, hermanos, nietos, biznietos y tataranietos.

Incluso, familiares que viven en Estados Unidos viajaron para compartir con él tal acontecimiento.

Luego de 100 años de vida, pocas cosas le quedan a don Juan por hacer. Por ahora, ganar su próximo torneo de dominó.

“Ya tengo dos trofeos de campeón y espero ganarme el tercero pronto”, comentó con soltura y jovialidad.

“Si Dios me manda a buscar, me voy con Él con los brazos abiertos porque ya hice todo”, sentenció.