TODAVÍA LA luz del sol no ha salido y ya don Francisco Ramírez está camino a su lugar de trabajo, a pasos de su casa, algo que ha hecho por más de siete décadas.

“Pancho”, como cariñosamente se le conoce en el Barrio Sabana Eneas de San Germán, nació el 15 de abril de 1916, tiene ya 102 años y sigue siendo el vendedor de dulces oficial de la escuela Segunda Unidad Galo Rosado.

Lleno de vida, conversador y sonriente, “Pancho” atiende a niños, maestros y padres en el mismo lugar donde sus padres comenzaron un negocio de venta de pan y de dulces. En 1945 pasó a sus manos y desde entonces ha mantenido la tradición.

“Llevo 73 años aquí, en esta misma escuela. Primero trabajé 40 años en la zona cañera, cuando se ganaba a $1.21 el día. Después vendía chinas, aguacates, quenepas y cuando se hacían las promesas de antes, comencé a vender dulce de mangó”, recordó un sonriente Ramírez, con una mente prístina.

Llega todos los días a las 5:00 a.m. a montar su carrito de madera lleno de golosinas, galletas, papitas, refrescos, limbers y esquimalitos. Ha visto pasar por esa escuela sobre tres generaciones de su barrio y sigue contando.

“Los niños son mis grandes amigos. Lo primero que yo hago es amistad con las madres, porque son las que cuidan a los nenes y les dan dinero para que vengan a comprar”, dijo entre risas.

Gracias a su negocio, ha podido levantar a su familia. Tuvo tres hijas -dos de las cuales aún viven-, nueve nietos, 14 bisnietos y cinco tataranietos. Además, lleva 70 años casado con su esposa, Pabla Toro, quien le ayuda en su negocio.

Mucho ha cambiado desde que comenzó su negocio.

“En aquellos tiempos vendía más o menos lo mismo. Lo que pasa es que antes los dulces costaban un chavo y dos chavos. Ahora, el más pequeño vale 15 chavos”, subrayó Ramírez.

“Los niños siempre se portan bien, y eso que antes Puerto Rico era un saco de hambre. Venían pobres, sin zapatos. Yo era uno”, agregó.

La clave para la longevidad, aseguró, es vivir feliz y alimentarse bien. Disfruta del arroz con habichuelas, pega’o y aguacate. “Cuando me canso, le digo a mi esposa que me prepare harina con bacalao”, enfatizó. Y entre venta y venta, siempre que tiene una oportunidad, aconseja a los estudiantes.

“Hago orientación a los muchachos, principalmente que saquen diplomas. Que aprendan dos idiomas, que eso es importante. Y también matemáticas”, especificó.

CERRARÁN SU ESCUELA

Sin embargo, la profesión que por tantos años ha realizado en ese barrio sangermeño, podría llegar a su fin si finalmente se implementa el plan de cierres de escuela que impulsa el Departamento de Educación, pues la escuela Galo Rosado aparece en la lista de planteles que ya no funcionarán más.

Después de tantos años frente a esa escuela y a sus 73 años no son muchas las opciones que Pancho tiene para seguir en sus faenas que, hasta ahora, le han permitido seguir viviendo.

“Si cierran la escuela, montaré el negocio en casa y seguiré vendiendo dulces a los que lleguen”, dijo resignado. 

Por lo pronto, luego de más de un siglo de vida, el propio “Pancho” aseguró que no le queda mucho por hacer, salvo portarse bien.

“Yo le sirvo al Señor Jesucristo hace 70 años. Por eso estoy aquí, porque Él me ha dado vida y mientras tenga vida, seguiré aquí hasta que Él quiera”, expresó Ramírez.

“Esto es lo que yo tengo, 102 años y la Policía no ha tenido que intervenir conmigo. Tengo muchos amigos y no tengo enemigos. Lo único que quisiera es que cuando Dios me llame, me regale una sonrisa, para que sepan que me fui feliz”, concluyó.