Le dicen La Mayora, y su hábito es un uniforme parecido al que usan los militares, especialmente de los cuerpos marítimos.

Su nombre es Teresita Pacheco Molina, una ponceña que nació en el residencial público José Gándara, en 1954, dos años después de establecido el Estado Libre Asociado, y que no se ha detenido en su viaje por el mundo que la ha llevado a Estados Unidos y Europa.

En su resumé presenta un bachillerato en Sociología y una Maestría en Justicia Criminal, áreas en la que muchos piensan que son para personas duras, rudas y frías.

Sin embargo, cuando se le acercan lo que exhibe es una sonrisa, y extiende su mano para acercarse a quien llega a su lado.

Su ocupación como Mayora del Ejército de Salvación, una iglesia fundada en Londres por el ministro William Booth, en 1865, para llegar a los pobres, los sin techo, los hambrientos y los desposeídos, no es tarea fácil, pero gratificante.

“Toda la vida he trabajado con el Salvation Army, llevo 38 años en el Salvation Army, y trabajando 17 años coordinando los servicios sociales en San Juan, y luego de allí recibí el llamado para el pastorado y estuve 16 años en Estados Unidos, en Suffern, una pequeña villa en Nueva York, así como en Connecticut y Rhode Island”, explicó.

En Suffern estuvo internada en la Escuela de Oficiales del Ejército de Salvación, una instalación situada en 30 acres desde 1972.

Pacheco Molina estuvo también en Inglaterra, y Suiza, durante un año en el programa de Justicia donde pudo trabajar con casos de Trata Humana, lo que fue muy doloroso ya que encontró historias trágicas que tocaron su fibra emocional.

“La experiencia ha sido muy enriquecedora porque una nunca termina de aprender, lo del tráfico humano me golpeó de una manera muy especial porque tú piensas que eso no pasa aquí, y eso como que te abre el sentido de que tienes que estar alerta. Fue una experiencia enriquecedora pero que dolía mucho”, comentó.

Sin embargo, aunque dura, esas experiencias le han enseñado a tratar de servir más y a estar alerta sobre las personas que encuentra a cada paso.

“No soy pastora de escritorio y estoy navegando todo el tiempo, viendo casos, investigando, y me gusta esto porque estoy en movimiento con las personas, los ancianos que me encantan tanto, los niños, las mujeres, que es lo que me gusta”, explicó.

En Guayama estuvo seis años dirigiendo la iglesia y desde hace 4 años está en Ponce, de vuelta a sus raíces, donde ha encontrado un alto deterioro, pero terreno para seguir trabajando.

“En Ponce la experiencia ha sido maravillosa, aquí la gente han sido baluartes, columnas fuertes, celosos con su iglesia y se sabe que se dice que Ponce es tradicional, llegar aquí con tanto amor y compromiso de la gente, se ha deteriorado mucho y eso me da mucha pena, pero Ponce es un sitio hermoso para trabajar”, expresó.

La mayora Pacheco Molina piensa que su camino ha sido duro por las experiencias dolorosas, pero al mismo tiempo la han enriquecido, porque su vocación de servicio es su norte.

“Tú tienes que tener la vocación de que lo tú haces es con amor y que puedes tocar una vida, me quedan tres años para retirarme y es un reto cada día, especialmente en estos tiempos que estamos viviendo, ya que los problemas ahora son más complicados”, explicó Pacheco Molina.