Ni siquiera una prognosis de seis meses de vida pudo desanimar al Dr. Víctor Rivera Santiago de pensar en el prójimo. 

Cinco años después, todavía pone todos sus conocimientos y todos sus esfuerzos al servicio de los demás.

Rivera Santiago, de 35 años, es un infectólogo de trasplantes especializado en casos de VIH y Hepatitis. Comenzó estudios en la Universidad de Puerto Rico, recinto de Mayagüez y luego de estudiar en varios países, finalizó estudios en medicina y realizó su investigación en el hospital de la Universidad de Yale, en Connecticut.

Fue en su primer año de “fellowship”, en el 2012, cuando le diagnosticaron cáncer del adenocarcinoma del apéndice etapa 4, una condición poco común y muy agresiva.

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“Los médicos me dieron una prognosis muy mala. Seis meses de vida. Tuve seis cirugías, la peor de todas ellas es una que te abren y te dejan horas entrando quimio caliente en el abdomen. Eso hizo que se desarrollaran otras complicaciones”, narró Rivera Santiago. 

“Nunca en mi vida había escuchado de este cáncer. Y de momento conocí como a cinco pacientes míos que lo tenían y otras personas allegadas a mí en el hospital también sufrieron cáncer. Fue bien difícil para todos, pero a la vez, fue de aprendizaje. Nos apoyamos unos a otros”, recordó.

Sin embargo, su condición de salud nunca fue impedimento para continuar con sus planes en la vida. 

“A pesar de todo y gracias a Dios, pude continuar con mi ‘fellowship’ y me gradué”, afirmó Rivera Santiago quien acaba de trabajar directamente con las comunidades nativo americanas en Nuevo México y en agosto inicia labores como profesor en la Universidad de Miami y como médico en el hospital de veteranos de esa ciudad.

Mientras, aseguró que estará muy pendiente del desarrollo de su iniciativa “Aguada Blanco”. De hecho, como parte de su interés por que su idea se haga realidad, donó la mayoría de la pintura y utensilios que fueron utilizados para que el proyecto arrancara y también costeó la construcción de los mosaicos de mármol que contarán la historia del pueblo de Aguada y que serán ubicados en distintas partes del pueblo.

Pero sobre todas las cosas, su pasión es el servicio a la gente. 

“Toda mi vida he sido misionero. No voy a la escuela de medicina por el dinero. Lo hago porque amo servir. Y esa fuerza solo la puede dar Dios”, sentenció.