Robots recepcionistas, autómatas que asisten a personas mayores o profesores androides, lejos de competir con humanos por un empleo pueden convertirse en la solución para Japón, un país con más puestos de trabajo que personas dispuestas a ocuparlos. 

A pocos kilómetros del centro de Tokio, junto al parque temático Disneyland, dos dinosaurios políglotas reciben a los huéspedes del Henn-na Hotel, sin ningún humano a la vista. En cada una de las 100 habitaciones, la pequeña “Tapia” -un robot de sobremesa- se pone a las órdenes de sus huéspedes: una simple petición, pronunciada en inglés o japonés, la lleva a encender o apagar la luz y la televisión o a dar la previsión del tiempo. 

Un hotel de estas características -cuyo precio por habitación doble se sitúa entre los 127 dólares y los 273 dólares- consigue reducir el número de empleados necesarios a la mitad, dicen sus responsables. 

Kaname Hayashi, fundador de la empresa japonesa de robótica Groove X, argumenta que no hay razones para preocuparse por que los robots acaben “robando” los puestos de trabajo a las personas, a pesar de informes globales que han señalado lo contrario. 

“Los humanos siempre han avanzado en la civilización a través del uso de herramientas. Los robots son herramientas. Es natural que los humanos exploten al máximo a los robots en el futuro”, añade el creador de Pepper, el primer autómata comercializado en serie capaz de interpretar emociones humanas. 

“Si la gente no tiene que trabajar en una fábrica, donde podríamos usar robots y tecnología, pueden concentrarse en otro tipo de trabajos”, más creativos y que podrían aumentar la productividad del país considerablemente, explica Hiroshi Ishiguro, catedrático japonés de la Universidad de Osaka. 

De hecho, la entrada de los robots en el mercado laboral podría solucionar la escasez de mano de obra en Japón: los últimos datos del Gobierno nipón arrojaban una cifra de 148 puestos de trabajo disponibles por cada 100 demandantes de empleo. 

“Creo que los robots tienen y continuarán teniendo un impacto en la disponibilidad de mano de obra en Japón, aunque no suficiente para hacer frente al decrecimiento poblacional”, lamenta, Tim Hornyak, autor del libro Amando a la máquina: el arte y la ciencia de los robots japoneses. En cualquier caso, parece claro que los robots dejarán de ser protagonistas de la ciencia ficción para pasar a convertirse en compañeros de oficina. 

Ishiguro vaticina que, aunque ya hay robots protagonistas de vitrinas, obras de teatro o películas, en los próximos años ofrecerán asistencia en lugares públicos, centros comerciales, estaciones y escuelas, e incluso como profesores.

“Gracias a los robots, nuestra sociedad y nuestras vidas mejorarán”, concluye este investigador conocido por sus modelos de robots humanoides, entre ellos, una réplica sí mismo.