Cambias de trabajo, de dirección y hasta de nombre. Te escondes, te cuelas entre las rendijas y, virtualmente, desapareces del mundo, todo en un intento por escapar de quien te acecha.

No, no es parte del guión de una película: es la realidad de los que son víctimas o sobrevivientes de violencia doméstica. Se convierten en maestros del camuflaje, en busca de una vida “normal” o, al menos, segura.

¿Las redes sociales cuentan? Se pensaría que con tantos filtros y modos de privacidad se podría tener una presencia virtual sin ser detectado, pero cada vez es más complicado. Por ejemplo, la publicación  “The Daily Beast” reseña en su artículo “How Facebook Exposes Domestic Violence Survivors” –escrito por Samantha Allen- la historia de Lily, una mujer que había logrado evadir por casi 20 años a su agresor… hasta que Facebook la obligó, por su política de privacidad, a usar su nombre verdadero. En cuestión de nada, la mujer había recibido un mensaje directo del individuo, reviviendo su pesadilla.

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“¿Pero a quién se le ocurriría meterse en Facebook si lo/a están buscando?”, pensaría cualquiera. El caso de Lily no es único; muchas personas usaban seudónimos en la poderosa red para poder seguir en contacto con el mundo, pero la plataforma los prohibe y puede llegar a exigir prueba de identidad.

El argumento de Facebook es que esa exigencia de transparencia protege a sus usuarios, pero a la misma vez la historia de Lily pone al relieve qué tan lejos puede llegar un acosador para encontrarnos.

No es solo las redes sociales. Si escribes tu nombre en los motores de búsqueda de Google o Bing , por mencionar algunos, es probable que encuentres más de tu historia de la que recuerdas. No hay forma de borrar totalmente la huella digital, por lo que lo preferible sería ni siquiera adentrarse en el mundo cibernético pero, en ocasiones, es inevitable: exigencias de trabajo, parientes lejanos o simplemente hambre de sentirse conectado a algo cuando se ha perdido todo.

“Muchos sobrevivientes de violencia doméstica se dan cuenta de que, por la naturaleza omnipresente del servicio, Facebook es su primera avenida para mantener contacto con amigos y familia. Cuando el 71 por ciento de los adultos en línea usan Facebook, ser suspendido del servicio puede ser una forma de exilio social”, explica Allen. Y cuando parece que la misma vida te ha exiliado, como le ocurre a estos sobrevivientes, sentirse aislado puede provocar que la persona se sienta revictimizada y sin acceso a una vida normal.

La seguridad es primordial

Luego de un episodio de violencia doméstica la vida cambia drásticamente, y exponerse innecesariamente no es solo peligroso, sino un signo de ignorancia. Ahora, si no hay otra forma de mantenerse en contacto con personas clave, CaringUnlimited.org ofrece los siguientes consejos:

1. Nunca hagas “check-in”: Debería ser obvio, pero en un momento de descuido podrías revelar dónde te encuentras. Deshabilita la opción de GPS del teléfono para que ni siquiera registre tus movimientos.

2. Vuelve tu cuenta una caja fuerte: Si es absolutamente necesario que estés en redes sociales, verifica bien las políticas de privacidad y elimina las opciones de que la gente te etiquete (tag) en fotos/eventos/lugares o contenidos. Habla con tu círculo y, sin dar muchas explicaciones, recuérdales que no quieres ni que te mencionen.

3. Quítale el “geotag”: las fotos que tomas con tu teléfono inteligente contienen en ocasiones la fecha, hora y hasta lugar donde fueron tomadas. Un acosador puede bajar fácilmente esta información. ¡No te expongas!

4. Usa computadoras “seguras”: aunque no lo creas, un cibercafé, biblioteca o librería pueden ser tus mejores aliados a la hora de navegar las redes. Al ser sistemas públicos es poca la información personal que almacenan.

5. Cuida tu información: No compres por internet. No ofrezcas información como direcciones, tarjetas de crédito o números de identificación, NUNCA. Todo se almacena en las redes, aunque hagas lo posible por evitarlo la huella digital queda. 

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