La sonrisa es uno de los gestos más bonitos que puede hacer el ser humano. Es una de las expresiones no verbales que transmite nuestro estado de ánimo y que nos permite conectar con otras personas, aun con desconocidos.

Sin embargo, la semana pasada vimos que bajo ciertas circunstancias una sonrisa puede ser una ventana por donde asoman también sentimientos perversos.

Todo el mundo quedó impactado con la sonrisa, el tono y la desfachatez con la que un jovencito se proyectó ante las cámaras de los medios de comunicación, a pesar de que caminaba esposado y de enfrentar acusaciones por el horrendo asesinato de una pareja de ancianos en Naguabo.

Estoy clara de que le cobija la presunción de inocencia y que nadie debe asumir que es culpable hasta que un tribunal, en efecto, así lo declare. Entonces, no pretendemos que lleve cara de culpable, ni actitud de arrepentimiento.

Sin embargo, ante la situación en que se encontraba, bajo arresto, ya imputado en ausencia por delitos tan serios, el momento no era para risas ni besitos. La conclusión a la que todos y todas llegamos casi de forma inmediata es que hay algo mal en la cabeza de ese muchacho para sonreír mientras se le considera públicamente un asesino.

Un sociópata pudiera ser incapaz de tener empatía con los sentimientos de otros y que no puede distinguir entre el bien y el mal. Me hizo recordar el siniestro personaje de comics y películas “Joker” o guasón, que ríe mientras mata a las personas y comete los delitos más horrendos, pero que lleva por dentro un trastorno severo de salud mental.

La madre de este chico se defendió de los señalamientos públicos que le adjudican a una mala crianza la actitud del joven y los hechos por los que enfrenta la justicia; dice que ella lo crió bien y que no justifica sus actos.

Yo no soy psicóloga, ni experta en la conducta humana, pero pienso que hace falta más que una crianza descuidada o demasiado permisiva, para que alguien llegue a cometer actos tan horrendos contra otra persona. Porque este no fue un asesinato cualquiera, hubo golpes, tortura y fuego; las víctimas no eran personas desconocidas, eran sus vecinos. Un escenario muy distinto a los crímenes que ocurren de ordinario en la isla.

El gobernador ha anunciado una iniciativa para atacar la raíz del crimen en la isla. Pues, debe poner ahí en primer lugar atender la salud mental, como un asunto prioritario para el País. La semana pasada también un hombre mató a su padre, tenía un padecimiento mental y todo el mundo lo sabía, incluyendo a su progenitor, que terminó siendo la víctima mortal. No es suficiente saber que “algo le pasa” o que tiene algún “desajuste” mental y cada cual que resuelva como pueda. Las personas necesitan saber qué hacer cuando se enfrentan a un familiar con un diagnóstico de salud mental. Estas condiciones no vienen con un libro de instrucciones y en la mayoría de las ocasiones es muy difícil, incluso, dar con un diagnóstico certero.

La gente necesita saber identificar conductas de riesgo, ¿porque un niño abandona la escuela en noveno grado? ¿Cuáles son los síntomas que deben levantar bandera? ¿Qué puede hacer un maestro que nota rasgos de condiciones mentales?

Esa es la campaña que hace falta implementar para ayudar a las personas a detectar las condiciones de salud mental y decirles qué hacer y dónde buscar ayuda. No necesitamos saber cuántas millas de carretera han arreglado, a fin de cuentas, ese es el trabajo del gobierno con o sin anuncios de televisión. Lo que sí necesita el País es la información que les va a ayudar a salvar la vida de un ser querido, tal vez la suya propia o tal vez la de un vecino.