Esta semana revivimos uno de los casos judiciales más mediáticos en nuestra historia: el caso Casellas.

Mediático y notorio, por la identidad de los protagonistas de la historia. El acusado, hijo de un juez federal que mantenía gran prestigio en la sociedad. La víctima, su esposa Carmen Paredes, todas personas de clase social acomodada. El caso también saltó a los titulares por la forma en que ocurrieron los hechos, en una urbanización con control de acceso y seguridad privada, tempranito en la mañana de un sábado. A plena luz del día.

Han pasado 11 años desde ese asesinato, que desde el primer instante tenía características que nos indicaban que no se trataba de un crimen cualquiera. Y por eso la atención de los medios de comunicación noticiosos y otros, se volcó sobre el caso y sus protagonistas. En el primer juicio se planteó sin éxito que el exceso de publicidad hacía imposible que el acusado tuviese un proceso justo e imparcial. Pero el juicio se realizó de todas maneras y el acusado resultó convicto. Recuerdo que en esa época era la comidilla del día. En todas partes se hablaba del caso y las personas comentaban, por lo alto y por lo bajo, detalles de la investigación y luego del juicio. Era la novela del momento.

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El nuevo juicio que vemos hoy se logró de forma automática, no porque hubiese algún error en el proceso, sino solo por la decisión en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, de que, en todas las jurisdicciones, incluyendo Puerto Rico, los veredictos tienen que ser unánimes. El caso Casellas, que se decidió con 11 votos a favor de la culpabilidad y uno en contra, y que todavía no era final y firme, regresa a un segundo juicio, pero ahora con el tiempo como amortiguador.

Tendrá publicidad y cobertura noticiosa, por supuesto. Pero la década que ha pasado desde el primer proceso judicial va, inevitablemente, borrando algunos detalles de la memoria colectiva. Tal vez también los borrará del recuerdo de algunos de los testigos. Los potenciales jurados no han estado expuestos durante el pasado año a las reseñas diarias sobre la investigación, como ocurrió en la primera ocasión. Incluso, habrá personas más jóvenes, que serían niños o adolescentes cuando mataron a Carmen Paredes; esos seguramente no recuerdan casi nada. Así que esta vez no hay espacio para alegar exceso de publicidad.

La defensa de Casellas, a cargo de un experimentado abogado, ha tenido 11 largos años desde el asesinato de Carmen Paredes, para observar y requete estudiar las deficiencias que pueda tener la fiscalía.

Los fiscales, sin embargo, son nuevos en el caso, tuvieron que evaluar desde cero la investigación. Han tenido que ir a buscar testigos y, seguramente, que a algunos habrán tenido que convencer para que regresen a testificar. Algunos podrían, incluso, haber fallecido o no aparecer.

De cualquier manera, el caso Casellas volverá a hacer historia. Se trata de un segundo juicio, una década más tarde, con todas las complicaciones que eso puede representar para las partes. En todos los casos criminales, les toca a los fiscales probarlos más allá de duda razonable y esta vez son 12 los que querrán irse de ese tribunal con la conciencia tranquila. Ahora no habrá un tercer turno al bate. Este es el juicio decisivo.