Aramis (seudónimo)* está en cuarto año de escuela superior y temía no poder graduarse. El calendario escolar fue trastocado por el paso del huracán María. Estba preocupado. No sabía si perdería el grado o la oportunidad de entrar en la universidad. Él no habla mucho. No ventila sus sentimientos –como muchos adolescentes–, pero la tristeza le consume.

El joven no solo ha tenido que lidiar con sus problemas, sino también con el caos en el que está sumergido el país. La incertidumbre de que su padre se quede sin trabajo le abruma.

Su papá ha buscado alternativas en escuelas privadas, sin embargo, no ha tenido éxito.

El adolescente es impulsivo. Necesitaba escapar. Entonces, comenzó a cortarse el brazo. En cada tajada el reclamo era unísono: Hola, estoy aquí y necesito ayuda.

Con este ejemplo, la directora de Enfermería del Hospital Panamericano, Jennifer Torres, intentó dar cuenta del posible estado de muchos adolescentes.

“La adolescencia es una de las etapas con más retos que podemos experimentar como seres humanos, porque estamos pasando por cambios físicos y emocionales. Eso nos hace vulnerables ante cualquier situación”, explicó la especialista en salud mental.

Y es que los niños también se deprimen y atraviesan por esa profunda tristeza o desesperación que se alarga por varios días e interfiere con sus actividades cotidianas.

En 2014, unos 2.8 millones de niños entre los 12 y 17 años –lo que representa más del 11 % en Estados Unidos– sufrieron al menos un episodio depresivo, de acuerdo al Instituto Nacional de Salud Mental.

Los síntomas de la depresión son claros

La depresión es un trastorno común de la adolescencia, aseguró la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés). Sin embargo, insta a los cuidadores a velarles pues podrían hacerse daño físico e incluso suicidarse.

“A menudo, los adolescentes suelen ser temperamentales. Pero si su hijo o hija adolescente es extremadamente irritable, confronta problemas continuos de motivación, o tristeza persistente que dura dos semanas o más, es buena idea hacerle una evaluación para detectar depresión”, recomendó la APA.

Otros síntomas que pudiera notar en los menores son: sensación de vacío, sentimientos de desesperanza, enojo, inquietud, dificultad para concentrarse, fatiga, cambios en los patrones de sueño, variación del apetito, alejamiento de personas allegadas, pérdida de interés en las actividades que realizaba con entusiasmo y dolores crónicos.

Por esta razón, se recomienda a los padres pasar más tiempo con los hijos y permitirles ser más dependientes durante los meses posteriores a un trauma. Una estrategia es aumentar el afecto físico, ya que es reconfortante para los menores que han experimentado un evento traumático, sostuvo la APA.

Esencial la comunicación familiar en el proceso de recuperación

Es importante que la familia, padres o tutores creen el espacio necesario para hablar con los adolescentes sobre los sentimientos que pudieran estar experimentando.

También, deben dejarles saber que cualquier síntoma, duda o preocupación puede ser discutida sin importar el momento.

Torres sugirió realizarles preguntas abiertas a los menores como qué estás pensando de esta situación, cómo te estás sintiendo, qué te gustaría hacer y cómo lo podemos resolver.

Hay temas delicados que indirectamente podrían estar afectando al adolescente. Por eso, es vital encontrar el momento idóneo para dialogar sobre problemas económicos, situaciones académicas o pérdidas.

Los cuidadores deben poder establecer planes viables a corto plazo, basados en las respuestas del adolescente. No es recomendable metas incumplibles.

“La buena noticia es que la mayoría de los jóvenes se recuperan de la depresión. Sin embargo, las investigaciones destacan que las personas que sufrieron de depresión en la infancia, corren mayor riesgo de recurrencia en la adolescencia o la adultez”, apuntó la APA.

Es por esto que es importante, en tiempos de crisis, que los jóvenes posean redes de apoyo donde puedan refugiarse. De no tenerlas, pudieran acceder a terceros que no promuevan conductas apropiadas como el uso de sustancias o de alcohol, el riesgo de presentar sentimientos de culpa, y peligros de realizar un intento suicida.

“Los adolescentes son los más vulnerables y si nosotros, los adultos, no nos encargamos de establecer este tipo de comunicación, un tercero que no tenga buenas intenciones lo va a hacer", apuntó la enfermera.

Hay ayuda

Si usted se percata de que un adolescente presenta indicios de depresión, puede buscar ayuda en el Hospital Panamericano.

"Nosotros tenemos un programa de residencia de manejo de conductas en adolescentes en Cidra. El candidato debe tener de 13 a 17 años. Los adolescentes residen en el hospital de tres a seis meses. Contamos con una escuela que está certificada por el Departamento de Educación”, informó Torres.

*Se utilizó un seudónimo para proteger la identidad del menor.