Memorias de la gala del quincuagésimo aniversario de Turandot

Recientemente, se cumplieron 96 años del estreno de esta ópera y hoy lo conmemoramos con un recordatorio de la celebración del quincuagésimo aniversario

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Afiche promocional del estreno de Turandot (1926).

Por: Guillermo L. Martínez, presidente y director artístico de CulturArte de Puerto Rico.

Transcurría el año 1976 y se conmemoraba el quincuagésimo aniversario del estreno de la gran obra final del maestro Giacomo Puccini, Turandot, que quedó inconclusa tras su fallecimiento en noviembre de 1924. En aquel momento, había una gran expectación sobre lo que haría el Teatro La Scala de Milán, considerado la casa de ópera más importante del mundo y que sirvió de marco para la primera puesta en escena de esta magna obra el 25 de abril de 1926.

La Scala había planeado reunir a un elenco de superestrellas internacionales bajo la batuta de uno de los más aclamados directores musicales de la época: el maestro Zubin Mehta. Para esta encomienda, se barajaron varios nombres de exponentes afamados de la ópera y se presentó la que constituyó la plantilla ideal para esa función de aniversario.

Gianfranco Cecchele (1979).

La soprano sueca, Birgit Nilsson, fue elegida para interpretar a la Principessa Turandot, un rol que había realizado con un nivel de ejecución insuperable durante las pasadas dos décadas. Asimismo, se seleccionó al excelso tenor italiano, Franco Corelli para encarnar a Calaf. Corelli fue elegido por el dominio extraordinario del personaje que interpretó en infinidad de ocasiones —incluyendo en aquella magistral presentación de Turandot en la Arena de Verona en 1975, que tuve la oportunidad de asistir—.

De otra parte, el papel de Liú se le asignó a la fenomenal soprano lírica, Mirella Freni, a quien CulturArte de Puerto Rico tuvo el privilegio de presentar en dos ocasiones posteriores en nuestro Centro de Bellas Artes Luis A. Ferré.

Sin duda, el anuncio de este sensacional reparto generó interés entre los aficionados de la ópera alrededor del mundo. Sin embargo, el evento conmemorativo encaró diversos contratiempos que fueron provocados por las cancelaciones imprevistas de los cantantes contratados para los roles principales. La primera en desertar la producción fue Nilsson. Luego le siguieron Corelli y Freni, quienes informaron distintas razones para sus respectivas salidas.

Si bien las cancelaciones inesperadas de los artistas provocaron incertidumbre en la producción, los organizadores se vieron obligados a conseguir figuras de renombre que pudieran reemplazar, con precaria antelación, el prestigioso elenco anunciado originalmente.

Poco tiempo después, y en lo que parecía una solución a la crisis, se anunció que la reconocida soprano catalana, Montserrat Caballé, interpretaría a la Principessa Turandot. Además, la producción sumó al elenco a Gianfranco Cecchele, un tenor de segunda línea con una trayectoria buena, aunque no extraordinaria, y quien fue seleccionado para interpretar a Calaf.

Por su parte, la robusta y talentosa soprano lírica italiana Elena Mauti Nunziata fue designada para interpretar a Liú. Durante mi directorado artístico en Ópera de Puerto Rico, la soprano fue contratada en dos ocasiones que fueron posteriormente canceladas.

Zubin Mehta (1980)

Finalmente, llegó el día de la función conmemorativa de Turandot. Ese domingo, 16 de mayo de 1976, todo marchaba bien. Carlos Caballé, hermano de Montserrat, me había invitado a la ópera e, inclusive, me entregó personalmente el boleto de entrada en el desaparecido Hotel Marino alla Scala. Las instalaciones de la hospedería estaban ubicadas puerta con puerta al costado del Teatro La Scala y cerca de la entrada de los artistas al tras bastidores.

Un año antes, en ese mismo hotel, conocí al inolvidable tenor italiano, Giuseppe di Stefano, el 13 de febrero de 1975. En esa ocasión, el encuentro se suscitó en medio del debut de José Carreras en La Scala, quien protagonizó Un ballo in maschera, junto a su amiga y madrina Montserrat Caballé.

Boleto en mano, caminé hacia la gala, no sin antes detenerme a tomar un café en el restaurante Biffi Scala, que estaba localizado en la planta baja del Teatro. Luego, me ubiqué en mi asiento en la sala y, mientras ojeaba el programa de mano, comenzó a sentirse el frenesí de los llamados ‘logionistas’ (del italiano loggionisti), o la ‘claque’. Se trata de un temido grupo de aficionados de la ópera en Italia, quienes habitualmente se sientan en los balcones altos de los teatros, desde donde propinan las ovaciones más fervorosas y lanzan los abucheos más despiadados. Su origen, dicen, se debió a cantantes que sobornaban a miembros del público para que los aplaudieran o para que manifestaran desaprobación a sus rivales.

Incluso, de acuerdo con los historiadores, al propio Enrico Caruso lo chiflaron en una presentación en Parma y, desde ese momento, el intérprete nunca regresó a cantar en dicha plaza.

Montserrat Caballé como la Principessa en La Scala (1976)

Transcurrió un periodo extenso desde la 8:30 p.m., hora en que se suponía que iniciaría la función. De repente, sin mayor preámbulo, se abrió, tímidamente, el centro del telón del imponente Teatro La Scala.

Allí, mientras sujetaba con su mano derecha la cortina, se asomó al escenario el maestro Mehta quien se dirigió al público en tono firme y anunció lo impensable: “la signora Caballé è malata e non canterà” (Caballé está enferma y no cantará). Fue en ese instante cuando, como dirían en mi natal Cuba, “parió Catana”. Es decir, se formó tremendo revolú.

El abucheo proveniente de los balcones era ensordecedor, lo que provocó que el maestro Mehta pidiera silencio y exclamara: “la Signora Caballé ha fatto una prova stupenda!” (Caballé hizo un ensayo general maravilloso). Acto seguido, ante los abucheos de los cientos de ‘logionistas’ y parte del público en general, Mehta gesticuló con su mano izquierda una tradicional expresión de reproche que en el argot popular equivaldría a: ‘váyanse al infierno’ y en la jerga tradicional italiana se traduciría como “va fan culo”.

Luego de este suceso, comenzó finalmente la tan esperada gala de aniversario de Turandot. La soprano sudafricana Emma Renzi sustituyó a Montserrat en el rol de la Principessa. Con el arranque de la obra, el descontento pareció haber quedado atrás y la función fluyó sin dificultades.

Sin embargo, la paz duró poco debido a que, al final del segundo acto, se armó otra debacle.

Emma Renzi en Turandot (c. 1976)

En este punto de la trama, el misterioso Príncipe Calaf, cuyo nombre desconoce aún la Princesa Turandot, debe contestar tres acertijos que esta le hace. Una respuesta errónea le costaría la cabeza al Príncipe, mientras que la contestación correcta de los tres acertijos haría que el Emperador Altoum le conceda el premio de casarse con su hija Turandot.

Tras resultar airoso en los acertijos, Turandot le ruega a su padre incumplir la promesa y liberarla de la obligación de casarse con Calaf. Ante tal actitud, Calaf le lanza un reto a Turandot y le indica, por medio de una frase que, si ella averigua su nombre antes del amanecer, le pueden cortar la cabeza a él. De lo contrario, ella tendría que aceptarlo en matrimonio. La ejecución de esta frase por el tenor Cecchele en el rol de Calaf incendió nuevamente la ira y los abucheos de los ‘logionistas’.

Y es que resulta que dicha frase, que el Príncipe le dice a la Princesa Turandot, “ti voglio tutta ardente d’amor” (te quiero llena de amor), fue escrita por el maestro Puccini con un “oppure” (esto o lo otro); una técnica que se utiliza mayormente en la ópera italiana. Es decir, que el genio de Lucca otorgó dos opciones de notas para que el tenor escogiera entre ellas al momento de interpretar la frase. La opción fácil en la partitura es un Sol, pero el oppure es el temible Do agudo (“high C”), odiado por la mayoría de los tenores debido a su dificultad.

De esta forma, el público exigente de La Scala, que esperaba la interpretación del oppure en Do agudo, se enfureció al escuchar que el tenor italiano escogió cantar la frase en nota de Sol. Esto provocó que los ‘logionistas’ y otros asistentes, comenzaran a insultar a Cecchele con epítetos como buffone (bufón).

Por si fuera poco, en una movida inusual, Cecchele decidió ripostar al público. Se acercó al borde del escenario y gritó: “il Maestro l’ha scritto così” (el Maestro lo ha escrito así). Aunque es correcto lo que mencionó el tenor, esta respuesta no fue suficiente para un público cuyos abucheos continuaron hasta que los cantantes se retiraron del escenario.

A pesar de todos los sinsabores que se suscitaron en aquella gala, la velada aún ocultaba una sorpresa con un profundo valor sentimental.

Giacomo Puccini (1908)

Puccini murió antes de completar Turandot, así como el compositor austriaco Franz Schubert falleció y dejó inconclusa su Sinfonía número 8. Sin embargo, los asociados y alumnos de Puccini, encabezados por el compositor, Franco Alfano —autor del Cyrano de Bergerac—, se dieron a la tarea de terminar la exuberante ópera Turandot. La inspiración para esta difícil gesta descansó en las notas y melodías que el propio maestro Puccini dejó escritas sobre su obra.

Al momento de su fallecimiento, Puccini había finalizado su composición hasta la parte del suicidio de Liú y la intervención coral de lamento que acompaña el trágico suceso. A su vez, el compositor vislumbró que dicha escena serviría como preámbulo para el dúo final de Turandot y Calaf, que anticipó sería el mejor dúo de ópera alguna. Desafortunadamente, Puccini nunca lo completó, aunque sí terminó de componer su última aria de tenor, Nessun dorma, y su gran final de vincerò. ¡Qué mucho se hubiese perdido la humanidad si no tuviéramos Nessun dorma!

El Tercer Acto de esta gala comenzó sin altercados. No obstante, cuando culminó la escena del suicidio de Liú, el coro salió de escena, las luces se apagaron y se dio por terminada la ópera, lo que provocó confusión en parte del público. La razón para esta decisión, desconocida por muchos, guarda su origen en el propio estreno de Turandot en 1926. En aquella ocasión, el director musical, Arturo Toscanini, bajó la batuta en ese preciso momento de la trama y se dirigió al público para decir “a questo punto, il Maestro smise di scrivere” (en este punto, el maestro dejó de escribir). Mehta, sin embargo, quiso respetar a Toscanini y terminó la gala del quincuagésimo aniversario en el mismo momento, pero sin copiar el mensaje de cierre de este último.

A cuarenta y seis años de aquella inolvidable gala, los sucesos de esa noche siguen latentes en mi memoria. Los siento con tal intensidad y frescura como si hubiesen ocurrido ayer. Solo me resta culminar estas líneas confesando que aguardo con ilusión, desde hace varios años, que Dios me permita entrar por mis propios pies a la gala del centésimo aniversario de Turandot en La Scala de Milán el 25 de abril de 2026.

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