Por más de un año, el COVID-19 ha mantenido al mundo en un estado constante de inquietud y preocupación. Se avanza, pero se retrocede y se vuelve a avanzar en unas áreas, para retroceder o estancarse en otras.

No es un secreto que la enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2 ha provocado crisis en todas las instancias de la vida como la conocíamos: recesión y depresión económica global, cambios en nuestros estilos de vida y pérdidas materiales y emocionales han sido la orden del día. Por supuesto, la situación ha trastocado la salud física y mental de maneras comprensibles, aunque insospechadas, creando barreras de acceso a todo tipo de servicios, incluyendo los de salud mental.

De acuerdo con la Kaiser Family Foundation (KFF), una organización sin fines de lucro que se enfoca en temas de salud, así como en el rol de Estados Unidos en la política de salud global, durante la pandemia, 4 de cada 10 adultos en Estados Unidos han reportado haber tenido síntomas de depresión o ansiedad. Otros problemas que se han mencionado son: dificultad para dormir o comer, consumo de alcohol o uso de sustancias y un empeoramiento de las condiciones de salud crónicas. Sin duda, el aislamiento y la pérdida de trabajos han contribuido a una salud mental afectada. Puerto Rico, no es la excepción.

“La pandemia del COVID-19 y las medidas de aislamiento utilizadas para prevenir el contagio han dejado efectos significativos en la población puertorriqueña; así como en muchos otros países del mundo. En Puerto Rico se ha observado un aumento en los casos de personas que experimentan síntomas de ansiedad, depresión, cambios en los patrones de sueño y estrés. Esto se ha visto reflejado en varias investigaciones que se han llevado a cabo en el país”, manifestó la doctora Kevia Calderón Jorge, presidenta de la Asociación de Psicología de Puerto Rico (APPR), al agregar que, al igual que en otros lugares del mundo, en la isla también se han llevado a cabo investigaciones sobre los efectos de la pandemia en la salud mental de la población.

“Entre las investigaciones realizadas se encuentra un estudio exploratorio llevado a cabo con una muestra de 515 estudiantes universitarios a raíz de los terremotos en enero 2020 y la pandemia del COVID-19, el cual demostró que 56% de los estudiantes mostraban síntomas de depresión, 46% mostraban síntomas severos de ansiedad, 24% evidenciaban índices moderados de ansiedad, 60% problemas conciliando el sueño y 70 % expresaron tener problemas de apetito. Otro estudio realizado de manera colaborativa entre la Universidad Interamericana, la Ponce Health Sciences University - Recinto de San Juan; y la Universidad Albizu, reveló que el 39 % de los entrevistados de una muestra de 416 participantes pudo haber sufrido ansiedad severa a moderada desde que inició la pandemia”, detalló la psicóloga clínica, quien posee una certificación profesional en Psicología de la Salud.

Según subrayó la doctora Calderón Jorge, cuya consulta está en Psych Wellness Center, la situación local se asemeja a lo observado en otros países del mundo, como lo revela un estudio realizado por un grupo de investigadores de la Universidad de la Mancomunidad de Virginia, la Universidad del Witwatersrand, la Universidad Stanford, SRI International, el Instituto de Investigación Sanitaria Biocruces y la Fundación Ikerbasque, liderado por los doctores Elisabet Alzueta y Juan Carlos Arango Lasprilla.

“Dicho estudio fue llevado a cabo para medir el impacto a nivel psicológico de la pandemia del COVID-19 a nivel internacional. En el estudio participaron 59 países y un aproximado de 10,000 personas. Los resultados revelaron un aumento de los diagnósticos de depresión, trastornos de ajuste, ansiedad, estrés y cambios en los patrones del sueño en las personas expuestas a los procesos de aislamiento social”, reveló Calderón Jorge, al mencionar que hay estudios en progreso sobre los efectos en la salud mental que se han observado en las personas que han sufrido la enfermedad que han requerido hospitalización y que la han sobrevivido.

El caso de Puerto Rico

“El proceso de recuperación, luego de haber experimentado una situación de desastre, puede variar de persona a persona, dado que depende de muchos factores tanto internos como externos, la capacidad para afrontar las situaciones de crisis, los recursos disponibles y el acceso a estos; así como las redes de apoyo, la ayuda recibida en el momento adecuado, la salud física y mental, entre otros, son algunos de los factores que propiciarán o no que las personas y las comunidades puedan recuperarse”, expuso la psicóloga clínica, al mencionar que eventos como los desastres naturales generan altos niveles de estrés en las personas y numerosas respuestas emocionales que pueden ser consideradas como esperadas o normales ante los eventos sufridos.

“Sin embargo, no recibir las ayudas necesarias en el tiempo adecuado; así como experimentar el embate de otras situaciones sociales, políticas o económicas pudieran propiciar una complicación en la manera en que las personas intentan sobrellevar la situación. Aquellos síntomas que inicialmente fueron considerados como esperados y pasajeros se pueden convertir en verdaderos problemas de salud mental, si no se tienen los recursos para atender la situación de forma efectiva”, relató Calderón Jorge, para añadir que, “en el caso de Puerto Rico, llevamos años luchando con el deterioro de la economía, los problemas de desempleo, la dificultad en los accesos a los servicios de salud, la corrupción gubernamental, entre otras. Estas problemáticas, unidas al paso del huracán, los terremotos y la pandemia, son eventos que han generado un impacto significativo en la vida de las personas. En la medida que estas situaciones continúen complicándose y poniendo a prueba la capacidad de afrontamiento y recuperación de las personas, será cada vez mayor el impacto a nivel emocional”, señaló la presidenta de la APPR.

Síntomas a los que debes estar atento

lCambios en el estado de ánimo (irritabilidad, inquietud constante, tristeza sin razón aparente, desánimo, falta de interés en las cosas que antes te interesaban, frustración frecuente, entre otras)

  • Cambios en los hábitos alimenticios (aumento o disminución significativa)
  • Cambios en los patrones del sueño
  • Dificultad para concentrarse, tomar decisiones, prestar atención, organizar los pensamientos, entro otros
  • Cansancio extremo (que no responde a un problema de salud o una actividad física agotadora)
  • Síntomas físicos sin causa médica aparente: dolores musculares, dolor de cabeza, palpitaciones fuertes, etc.)
  • Abuso de alcohol o drogas
  • Tendencia al aislamiento
  • Sentimientos de desesperanza y pesimismo

A la merced de la vulnerabilidad

La psicóloga clínica recalcó que las personas con condiciones de salud mental preexistentes tienden a ser más vulnerables en situaciones como las que estamos viviendo.

“En algunos casos, aquellas personas que ya presentaban una condición de salud mental pudieran observar un incremento en la sintomatología ya existente o la aparición de nuevos síntomas, principalmente si no han estado recibiendo tratamiento con la regularidad que requieren”, dijo, para comentar sobre las implicaciones en diferentes grupos.

“En mi experiencia como psicóloga clínica, a raíz de la ocurrencia de los terremotos y, posteriormente, la pandemia, he podido observar un aumento en la sintomatología de ansiedad en niños y adolescentes. En los más pequeños he observado dificultad para dormir solos, apego excesivo a los padres y preocupación relacionada a la salud”, comentó, al mencionar que, en el caso de los adolescentes, ha observado un aumento en la irritabilidad, dificultad para dormir o conciliar el sueño y preocupación por no poder relacionarse con sus pares como solían hacerlo antes.

Del mismo modo, expresan la necesidad de regresar al salón de clases y a sus actividades extracurriculares (deportes, baile, música y otras). Igualmente, reportó que los síntomas de ansiedad también están presentes en esta población.

“La pandemia ha venido a alterar las rutinas y el estilo de vida de todas las personas. Los niños y las niñas se han visto privados de llevar a cabo actividades que son propias de su proceso de desarrollo como lo son la socialización y el aprendizaje. Se han visto privados de compartir con sus pares, de jugar, de asistir a las escuelas, de practicar deportes y en muchos casos se les ha restringido de compartir con familiares cercanos como abuelos, tíos y primos, personas que son significativas e importantes en su crecimiento y desarrollo. Esto, unido al temor que les genera el miedo a la enfermedad y la dificultad para entender con claridad lo que ocurre en su entorno”, detalló y mencionó que, en un estudio llevado a cabo en la provincia de Shaanxi, en China, con 168 niñas y 142 niños de 3 a 18 años, se reportaron niveles altos de conductas de apego excesivo, irritabilidad, miedos y distracción.

Sin embargo, durante la pandemia del COVID-19, han sido los adultos mayores los que han presentado mayor vulnerabilidad ante el distanciamiento social, enfatizó la doctora Calderón Jorge.

“El aislamiento y las restricciones en las actividades y el contacto con sus allegados, pudieran tener un impacto significativo en su estado anímico. El sentimiento de soledad, tristeza, preocupación por su salud e incertidumbre son factores que pudieran tener un impacto nocivo, tanto en su salud mental como física. El temor al contagio, en algunos casos, pudiera generar que eviten salir y dar seguimiento a sus condiciones de salud preexistente, lo que pudiera acarrear otras complicaciones”, advirtió.

Hombres vs. mujeres

La doctora Calderón Jorge señaló que investigaciones realizadas en Puerto Rico, como la del doctor Alfonso Martínez-Taboas y sus colaboradores, realizada en el 2020 y publicada por la Revista Puertorriqueña de Psicología, destacan que “las mujeres presentaron niveles más altos de ansiedad que los hombres y que esta diferencia se atribuye a la sobrecarga de labores tanto domésticas como profesionales, las cuales se han incrementado con la pandemia y tener que asumir tareas tales como asistir a sus hijos e hijas en la jornada escolar, además de atender otra multiplicidad de tareas, esto, entre otros factores que pudieran estar incidiendo”, expuso, mientras señaló que el estudio realizado por la doctora Alzueta, el doctor Arango y sus colaboradores, también reveló que las mujeres presentaban índices más altos de ansiedad y depresión.

¿Y el exceso de información?

Si bien la doctora en Psicología afirmó que es recomendable que las personas se mantengan informadas, ya que les permite comprender lo que está ocurriendo y ayudarles a desarrollar planes de acción para atender sus necesidades relacionadas a la situación que les afecta, aclaró que exponerse continuamente a las noticias e informes pudiera ser nocivo.

“Es importante establecer un balance y reconocer cuándo nos está afectando la cantidad y el tipo de información que estamos recibiendo. Las fuentes que se utilizan también son muy importantes dado que de eso depende la veracidad y el profesionalismo con que se comunica la información. Escuchar o leer las noticias una vez al día puede ser más que suficiente. Es recomendable evitar exponerse a este tipo de información antes de dormir, pues pudiera afectar la calidad del sueño y el descanso”, aconsejó.

¿Cuándo buscar ayuda?

La doctora Calderón Jorge recomendó que, tan pronto se identifiquen las primeras señales de malestar emocional y la dificultad para manejar la rutina diaria, se busque ayuda profesional. Los psicólogos clínicos, los psiquiatras y los consejeros licenciados son recursos a los que puedes acceder. Algunas personas también pueden encontrar apoyo en sus consejeros espirituales.

“Debemos reconocer que vivimos tiempos complejos en los que continuamente estamos experimentando cambios y eso tiende a generar tensión y malestar. Ser flexibles y pacientes con nosotros mismos y con los demás nos puede ayudar a manejar de manera más efectiva los retos que trae cada día”, destacó Calderón Jorge, a la vez que agregó que estar alerta a nuestras necesidades físicas y emocionales, y buscar ayuda cuando sea necesario es fundamental para mantenernos saludables.

No obstante, si bien es cierto que, como individuos, tenemos responsabilidad con nuestro bienestar, también es cierto que existe una responsabilidad del gobierno para atender de manera diligente y coherente las necesidades del pueblo, principalmente de aquellas personas cuyo acceso a los recursos es limitado y viven en condiciones de pobreza. No podemos olvidar que los desastres golpean más fuerte a aquellos que viven con limitaciones y escasez”, concluyó.

Recomendaciones

  1. Practicar el autocuidado es fundamental. Es necesario tratar de mantener una vida más balanceada, respetando las horas de sueño y descanso, alimentándonos bien, tomando tiempo para distraernos, ejercitarnos, compartir tiempo de calidad con nuestros seres queridos (tomando las medidas de prevención de contagio). Tomar tiempo para estar en silencio, en compañía de nosotros mismos y meditar. Dedicar tiempo para aprender algo nuevo que nos resulte agradable y divertido. Salir a caminar y tomar baños de sol por unos minutos tomando las medidas de precaución necesarias para evitar afectar nuestra piel.
  2. Estar en contacto con nuestras emociones, reconocerlas y aprender a manejarlas y expresarlas adecuadamente.
  3. Aprender a identificar aquellas cosas que podemos controlar y trabajar en ello, evitando tratar de controlar o cambiar aquello que no está a nuestro alcance. Por ejemplo: no podemos cambiar la realidad de que estamos atravesando por una pandemia, pero podemos tomar medidas de precaución e higiene que nos pueden ayudar a mantenernos saludables.
  4. Evitar la sobreexposición a noticias o información que sabemos que nos generan preocupación o malestar. Hacer un balance entre mantenernos informados (con información veraz y adecuada) y exponernos a información agradable, positiva o divertida.
  5. Buscar ayuda cuando sea necesario.