Es que, en los tres niveles abiertos al público solamente se puede apreciar una espectacular fracción de las decenas de miles de artefactos relacionados al juego con los que cuenta la colección del Salón de la Fama. Es en el sótano,  un área que fue preparada como una bóveda, donde posiblemente descansa un tesoro de incalculable valor.

Y a ese lugar tuvo acceso el carolinense Justino ‘Matino’ Clemente Walker, quien el sábado fue recibido en el Salón de la Fama con sumo respeto y admiración por su jefatura, y quien fue llevado a ese lugar para observar de cerca algunos artículos de su hermano que no están en exhibición al momento.

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“Oigan… tienen suerte, aquí no dejan entrar a todo el mundo”, dijo en tono bajito el integrante de Cooperstown, Roberto Alomar, a las hijas de Matino.

Primera Hora pudo presenciar cómo el vicepresidente de exhibiciones y colecciones del National Baseball Hall Of Fame, Erik Strohl, personalmente preparó una mesa con algunos artículos para que Matino los pudiera revisar de cerca, y entre ellos estuvieron el bate con que Willie Mays conectó su hit 3,000; un bate de Ted Williams; una camisa de Johnny Bench; unas zapatillas de Joe Morgan y hasta una camisa de Alomar con los Senadores de San Juan de la Liga de Béisbol Profesional Roberto Clemente.

Strohl se dirigió a uno de los anaqueles y giró una perilla tipo timón para explicar que el sistema de organización de esa bóveda es de estantes que se pueden mover hacia los lados para poder crear pasillos y alcanzar los objetos que están allí, que pueden ir desde la tablilla del carro de Babe Ruth o una bandeja de servir hot dogs en un estadio de principios del siglo 20, hasta camisetas, trofeos, pelotas firmadas y efectos personales de leyendas como Honus Wagner, Cy Young, Ted Williams, Jackie Robinson o Hank Aaron.

Además de unos 40,000 artículos tridimensionales, la colección cuenta con 3 millones de documentos que pueden incluir revistas, libros, recortes de periódico, fotografías y sobre 16,000 horas de vídeo, todo almacenado en un espacio que posee una temperatura controlada de alrededor de 70 grados Fahrenheit para preservar las piezas.

Matino Clemente pudo sentarse en una mesa y con guantes especiales, los que debe usar toda persona que entre al lugar, revisó hasta el propio contrato que él firmó a nombre de su padre Melchor, para que su hermano Roberto pudiese jugar con los Cangrejeros de Santurce. Roberto era menor y Melchor no sabía ni leer ni escribir.

Telegramas, fotos de Roberto con sus padres y con sus hijos, y hasta la gorra que su hermano utilizó el día del hit 3,000 estuvieron en las manos de Matino. Hasta levantó la gorra como lo hizo su hermano cuando llegó a segunda base al pegar el 3,000.

“La gorra me dio escalofríos. Uno lo siente”, indicó Matino Clemente tras la experiencia.

El fin de semana de gloria de Matino Clemente no finalizó con su llegada a Puerto Rico en la tarde de ayer, pues en el aeropuerto le esperaba un recibimiento con pleneros y una bandera, algo organizado por Luis Rivera Toledo y por el historiador y escritor salinense Jossie Alvarado. También estuvo el profesor Rafael Santos, quien organiza el programa El Efecto Clemente en diversas escuelas.

“Fuimos con un plenazo al aeropuerto”, contó Alvarado. “Rivera Toledo me dijo que teníamos que ir a recibir a Matino. Le dije que estaba loco. Y el me dijo que se trataba de que llegaba a Puerto Rico el hermano de Roberto Clemente luego de visitar el Salón de la Fama de Cooperstown. Me dijo ‘aunque seamos tú y yo vamos a recibirlo’. Y fuimos”, dijo Alvarado.