La tarde del 31 de diciembre de 1972, Justino Clemente Walker se enteró de que su hermano viajaría a Nicaragua a escoltar un avión que ambos ayudaron a cargar con suministros para ese país, devastado por un terremoto, e intentó persuadirlo de que no se montara en el vuelo.

Según recuerda Matino, como le dicen al hermano de Roberto, lo llamó por teléfono y lo despertó de una siesta para recordarle que esa noche siempre recordaban en casa de sus padres a un hermano mayor Luis, del primer matrimonio de su madre Luisa Walker, fenecido un 31 de diciembre de 1954.

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 “Él me dijo que no iba nada. Pero cuando colgué creo que en su casa comentó que aunque me había dicho que no iba, sí lo haría. Fueron las últimas palabras que hablé con él”, dice Matino como si hubiese pasado ayer.

A días y meses de cumplirse 45 años de su hit 3,000 y de su desaparición, las anécdotas que guarda Matino Clemente sobre su hermano ayudan a conocer y entender otras dimensiones tal vez poco visitadas de la vida del astro boricua antes del superestrellato. Incluso, su perfil nos da pistas de como luciría Roberto hoy, con 83 años.

 Sentarse conversar de béisbol con Matino es un ejercicio de horas, como le sucedió recientemente al hall of famer salinense Roberto Alomar, quien fue a conocer a Matino y se marchó cuatro horas después.

Y es que Matino recuerda detalles de todo. Por ejemplo, siempre se ha rumorado el origen del hábito de Clemente de coger pelotas de canasta.

“La gente dice que si aprendió con (Luis Rodríguez) Olmo, con Willie Mays, que si aprendió con el otro… Realmente fue que donde él dormía en casa, que era una casa de madera él tenía una bola de goma y se pasaba tirándola contra la pared y atrapándola de canasta con el guante en el pecho. Sin enseñarle nadie. Nadie se lo enseñó”, aseguró Matino.

Alrededor de estas páginas le presentamos, en sus palabras, algunas otras interesantes anécdotas que nos narró Justino Clemente Walker.

Pelotero completo

Cuando Momen jugaba aficionado, que jugaba de Juncos, hicieron una selección de Puerto Rico. Pero a él lo dejaron en la Isla. No fue. Él lloró muchísimo y a mí me dio coraje. El dirigente era Pepe Seda. Pero da la casualidad que Al Campanis, de los Dodgers, vino a Puerto Rico a dar unas clínicas y fueron muchos muchachos. Luego de ver a Roberto, Campanis preguntó: “¿El equipo que salió de Puerto Rico es el campeón?”, y periodistas como Rafael Pont Flores y Pedro Vázquez preguntaron por qué preguntaba eso. Y él respondió que habían dejado a un pelotero completo aquí (refiriéndose a Clemente).

Bates rotos

Compramos una caja de bates, Roberto se los llevó y cayó en un slump. Los bates se le partían cuando bateaba. Me llamó durante la temporada y dijo “Matino, los bates que compramos no sirven”. Se lo dije al viejo (Melchor) y el viejo me dijo que fuese a Estados Unidos a verificar qué pasaba. Fue en una serie contra los Cachorros de Chicago. Fui y partió tres bates en un juego. Lo vi bateando y me di cuenta de que estaba metido casi encima del home, y entonces le tiraban adentro y le daba con la parte finita y se partía el bate. Cuando regresábamos en carro después del juego iba de mal humor. A él siempre le gustaba escuchar música pero ese día no quiso. Ninguno decía nada. Cuando nos bajamos del carro me dijo: “¿Viste lo que te dije, que los bates esos no sirven?” Y yo le contesté: “Lo que no sirve es la posición en que estás parado. Así no le puedes dar a una bola. Los pitchers saben que estás bateando encima del home. Despéguese del home y que pitcheen”. Al otro día, siguió las instrucciones y pegó un cuadrangular hacia la banda contraria contra Ferguson Jenkins. En el viaje de regreso, ninguno habló, hasta que nos bajamos. Él me dijo: “Oye, tú sabes mucho”. Y yo le dije: “Más sabe el diablo por viejo que por diablo”.

El día que pidió la bendición

Los directores de la liga no querían que un pelotero hablara español en los dugouts y era duro. En la serie Mundial contra Baltimore (1971), él se desquitó con ellos. Cuando dijo que quería saludar a sus viejos en español lo hizo para chavarlos a ellos porque no le permitían hablar español. Pero como ya él era un grande y fue Jugador Más Valioso ahí aprovechó el momento. En ocasiones en la carretera, cuando se paraban para comer, tenía que ir uno blanco a comprarles comida a todos por el racismo que existía. Ellos tenían que comer atrás escondidos. Pero Roberto era líder y a veces hasta les prohibía que mandaran a buscar comida porque el quería llegar al hotel a comer todos juntos.

Pedían permiso

Roberto tenía problemas con Danny Murtaugh. Pero él hacía lo que Murtaugh decía porque él era el dirigente. Un año (Roberto) vino y nos fuimos a la finca de Río Grande huyéndole a los periodistas. Él siempre se iba para allá. Entonces a casa llegó una llamada. Era de los Piratas, que iban a firmar a Murtaugh otra vez y era pidiéndole permiso a Roberto. Entonces él le dijo a Brown (Joe, gerente general): “mire, recuerde que yo soy el obrero y ustedes son los dueños de la empresa. Ustedes contraten a quien crean. No me tienen que preguntar. Yo no me llevo mucho con él, pero él mismo les puede decir que todas las órdenes que me ha dado las he cumplido. Ustedes son los dueños del circo y yo soy el payaso”.

Frank Robinson no pudo

Nin (José Antonio) Pagán se pasaba bromeando y para echarle un vellón a Roberto en la Serie Mundial del 1971 fue y le dijo a Frank Robinson (arriba en la foto) “que dice Clemente que el parque de Baltimore lo que tiene es tierra negra y que no sirve para jugar pelota”. Entonces, cuando Robinson habló con la prensa, les dijo “a Clemente, si quiere aprender a fildear, que se pare donde yo me paro y que vea mis movimientos”. Entonces Roberto le dijo a Pagán: “dile a él (Robinson) que jugó en la Liga Nacional y allí no pudo ganarme un Guante de Oro”.

Con Ramiro Martínez

El único pelotero de PR que no ha estado preparado para Grandes Ligas. Jugó 87 juegos en Triple A. Cuando salió de Puerto Rico no sabía nada y fue cogiendo el paso, pero lo sentaban. Había veces que cuando Montreal, que pertenecía a los Dodgers, estaba ganando lo ponían cuando había dos outs para que contara que él participó en ese juego. Lloraba muchísimo. Pero hubo un hombre que fue demasiado de grande para nosotros y para él. Le debemos mucho. Ese fue Ramiro Martínez (en la foto, con bigote). Él era el de prensa de los Cuba Sugar Kings en Triple A. Roberto tuvo la suerte que Ramiro lo vio y le impresionó. El racismo era tremendo y Roberto no sabía inglés. Un día, (el jugador) Humberto Fernández le dijo a Ramiro que Roberto estaba haciendo las maletas y listo para irse. Que no iba a jugar más. Él (Martínez) fue y le echó el brazo a Roberto, habló con él y se quedó. Eso fue en 1954, porque el próximo año fue el draft que lo cogieron los Piratas y entró a Grandes Ligas en 1955.

Bueno en todo deporte

Cuando yo jugaba Doble A un día estaba practicando primera base. Durante unas fiestas patronales, en que Momen tenía como 14 o 15 años, en Carolina. Vino un señor que tenía una tienda y puso un premio en una competencia de salto alto y a mí me apuntaron. Yo brincaba bastante. Hacía 100, 200 metros y salto alto. Entonces él (Roberto) me preguntó que si podía brincar. Se apuntaron como 14. Siguieron brincando y cuando quedaban dos personas éramos él (Roberto) y yo. Eso era cuando íbamos a brincar seis pies. Yo los brinqué y él también. Luego yo brinqué 6’1” y él no quiso brincar. Nunca me dijo porque no quiso, pero yo sé: él no quería ganarme. Tres días después en su escuela brincó 6’3” y yo lo más que brincaba era 6’1” y nunca pasé de ahí. El premio era una guayabera. A él le dieron un suéter. Vio la guayabera y dijo que estaba bonita. Yo hablé con el señor de la tienda y le dije que le dieran una también, que yo pagaba el resto. Él llegó a casa y le dijo a la vieja “mira mamá, lo que nos regalaron”. Y yo le dije que no, que era lo que se había ganado. Roberto era bueno en todos los deportes, incluyendo baloncesto, voleibol y hasta tirando jabalina.

(Vídeo suministrado por Jossie Alvarado)