El club Sparta de lucha fue fundado en el 1994. Veinte años después tiene al mando a su segunda generación de forjadores de atletas y seres humanos.

Sparta es bien conocido por los logros de su fundador, el su entrenador cubano Pedro Rojas, sí como por los éxitos de sus luchadores olímpicos José Betancourt y Manuel García, quien es el actual presidente federativo del deporte. Mientras, acaparó fama con el desarrollo de los también olímpicos Franklin Gómez y Jaime Espinal, este último medallista de plata en Londres 2012.

Hoy día, un trío de entrenadores corren el club, dos de los cuales llegaron a éste pequeños: Frankie Lantigua y Otoniel Pérez. El tercero es el entrenador cubano Arturo Yanes.

Todos siguen el objetivo con el que se fundó el club: crear atletas, pero sobretodo sacar a los niños de las calles.

“Para nosotros es más importante salvar una vida que conseguir una medalla”, dijo Lantigua, líder del grupo en la actualidad. “Las personas que vienen al club… nosotros tratamos de ayudarlas. Nos convertimos en la columna vertebral de su familia. Los buscamos. Les ofrecemos tuturías antes de las prácticas. Les buscamos universidades. Buscamos que la lucha sea el centro de su vida para tener un buen futuro”.

Gómez, por ejemplo, salió becado de Sparta para ir a estudiar en la Universidad Penn State en Estados Unidos.

El trío de entrenadores no niega que el club ha cambiado en sus 24 años de existencia. La matrícula ya no es mayormente, como antes, de jóvenes candidatos a ser desertores escolares. Tampoco se limita a niños residentes de Caparra Terrace en San Juan, la zona en donde ubica el club.

La mayoría de los atletas, explicó Lantigua, vienen de escuelas y, además de Caparra Terrace, provienen de pueblos cercanos como Guaynabo y Bayamón o lejanos como Arecibo.

También ha sufrido una pérdida de matrícula desde que pasó por Puerto Rico el hucarán María.  De más de una centena que llegaban al club, ahora la matrícula alcanza poco más de 80.

Pero Lantigua, Pérez y Yanes siguen siendo ejemplo para ayudar a sus futuros luchadores.

“El ejemplo mío es más duro que el de estos niños aquí. Nací en la República Dominicana. Llegué aquí de inmigrante a los 3 años. Gracias a la lucha fui a la escuela, a la Universidad de Puerto Rico y nunca tuve que pagar un centavo. Gracias a la lucha, mi mamá nunca me tuvo que ir a visitar a una penitenciaría. A base de nuestro ejemplo le transmitimos a ellos que se fajen y que no entren en las cosas malas para sobresalir”, dijo Lantigua.