Tokio. Los problemas comenzaron pronto. Un paso fuera de la línea en el ejercicio de suelo por aquí, un salto extra en el potro por allá.

Y, durante dos horas el domingo, siguieron acumulándose, socavando el aura labrada por la gimnasia estadounidense en la última década. Ni la más grande de todos los tiempos fue inmune a las realidades de un deporte donde la perfección es inalcanzable.

Durante 11 años, las estadounidenses ha coqueteado con ella, al menos desde el punto de vista competitivo, viajando por todo el mundo y regresando a casa con las maletas llenas de oros.

Esto podría ocurrir también en Tokio. Pero por primera vez en mucho tiempo, parece que no ocurrirá sin tener que luchar por ello.

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Para el asombro generalizado, Rusia ejecutó una excelente fase preliminar y recibió la mejor puntuación, 171,629, más de un punto más que los 170,562 de las estadounidenses.

Aunque la actual campeona olímpica Simone Biles lideró el concurso y su compañera Sunisa Lee fue segunda, por primera vez desde los mundiales de 2010, Estados Unidos vio otro nombre por encima del suyo en la clasificación por equipos.

“Esto no fue la final”, dijo Tom Forster, el coordinar de alto rendimiento del equipo estadounidense. “Esto es para llegar a la final. Así que podría ser un gran aviso para nosotros y lo aprovecharemos”.

Ante un Centro de Gimnasia Ariake casi vacío, ni Biles fue inmune a los errores.

La gimnasta de 24 años obtuvo la máxima puntuación con 57.731 y avanzó a la final en varios aparatos, pero no fue fácil. Se salió del tapiz tras una voltereta en su ejercicio de suelo, y luego hizo casi lo mismo en el potro. Respondió con un sólido ejercicio en las barras asimétricas, pero finalizó una espectacular rutina en viga dando tres grandes pasos hacia atrás después de bajar, algo que, según Forster, no había hecho nunca.

Biles, quien llegó a Japón como la referente olímpica de Estados Unidos, saludó a los jueces y se retiró con una sonrisa que dibujó una mezcla de alivio, sarcasmo y frustración.