Pittsburgh. Ben Roethlisberger apretó la mano de su esposa Ashley y se reunió con sus tres hijos mientras desaparecía por el túnel de Heinz Field.

Aún le queda al menos un partido al quarterback de los Steelers de Pittsburgh en su carrera y con un poco de suerte posiblemente su 12ma visita a los playoffs.

Aún así, la avalancha de emociones que se hicieron ver en la que pareció una fiesta de retiro de tres horas en el triunfo 26-14 ante Cleveland el lunes, no dejó ninguna duda de que este es el fin para Roethlisberger.

Las lágrimas fueron reales. Los abrazos y tributos de los jugadores con los que ha compartido el vestuario a través de los años —algunos de ellos apenas iniciando su carrera en la NFL, otros con mucho tiempo de retiro— también.

Durante cerca de dos décadas Roethlisberger ayudó a darle a los Steelers (8-7-1) la estabilidad y el éxito que la gran mayoría de las otras 31 franquicias de la NFL han buscado pero pocas veces han disfrutado.

Pittsburgh busca evitar tener que sobrellevar un largo periodo para encontrar un sucesor como ocurrió cuando terminó la carrera del Salón de la Fama Terry Bradshaw en 1983. Le tomó a los Steelers 21 años en encontrar a Roethlisberger, aunque ahora la franquicia se encuentra en otro punto.

Al grupo que dejó Bradshaw le faltaba identidad. Ese no es el caso ahora. Con el linebacker T.J. Watt y el corredor novato Najee Harris, los Steelers cuentan con dos dignos herederos para ser el “rostro de la franquicia” y que Roethlisberger asumió por tanto tiempo.

El presente le pertenece a Roethlisberger sin importar qué suceda en su visita a Baltimore el domingo. El futuro es de Watt y Harris.