Cataño. Kim Willoughy regresó el miércoles a cancha por primera vez desde  la muerte de su hija hace menos de un mes.

Naturalmente, fueron más las emociones que vivió que los puntos que hizo en la victoria de las Indias de Mayagüez en el  partido del Voleibol Superior jugado en la cancha Cosme Beitía de Cataño.

“Me dio miedo y estaba temblando”, dijo la jugadora cuya hija adoptiva murió el 2 de marzo en un accidente en la casa en que residían.

“Tuve que salir de la cancha  para recuperar el aliento y estar lista para volver a jugar. Y  durante el calentamiento tuve que ir al camerino a llorar”, agregó quien terminó el encuentro con seis puntos en poco más de dos sets de acción.

Willougy dijo que el recuerdo de su hija que más le vino  a la mente fue el día en que la niña la vio jugar en el mismo Cataño en esta temporada. Eso fue el 18 de febrero, cuando Willougy hizo 35 puntos contra las Lancheras.

“Ese día ella regresó de visitar (Louisiana) y estábamos en Cataño. Tuve el mejor juego de la temporada. Durante el juego (del miércoles) me mantuvo buscándola  y no la encontraba”, dijo la jugadora natural de Louisiana, Estados Unidos. “Aquí fue una de las últimas canchas  en que me vio jugar”.

Willoughy dio gracias a su esposo José Emil Guilloty, a todas las compañeras del voleibol y a los puertorriqueños en general que la han apoyado en el dolor y en  regresar al voleibol en su activo proceso de sanación emocional.

“El voleibol y el baloncesto son mi Zen (meditación). Me relajan por un tiempo. Hoy (miércoles) fue difícil. Pero la cancha es mi lugar para ir a despejarme”, agrego la destacada atleta.