El asesinato de Francisco Ávila Hernández, de 50 años de edad, el 8 de mayo del 1959, en Camuy, no solo consternó Puerto Rico -por considerarse la primera muerte violenta de ese año-  sino que marcó a su propia hija, María Ávila, quien en ese momento, apenas tenía siete años de edad.

“Hallan cadáver de agricultor molido a golpes”, destacaba la portada de el periódico El Imparcial del 11 de mayo de 1959. 

“La muerte de Ávila, produjo hondo sentimiento en todo Camuy, por tratarse de un hombre conocido por su honestidad y su dedicación al trabajo”, expresó la mujer. 

“Si la vida me ha dado tantas pruebas, quizás, todo lo malo lo quise convertir en algo bueno; como dicen, vencer el mal con el bien. Y, entonces, comencé a hacer el libro 'Medio siglo después del crimen' para dejarles a mis hijos el legado de haber publicado una historia triste, pero real. Y que ya la hablo, porque lo superé, pero tuve unas etapas de mi infancia en que me sentí triste y sin padre”, dijo la escritora del libro digital disponible a través de Amazon y Kindle.

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Ávila, en su etapa de adultez, pasó por otras circunstancias difíciles, como un divorcio tormentoso y fue alejada de una hija y por dicha situación, tuvo que irse a los Estados Unidos, donde crió a su segundo hijo.

En el 2013, al ser impactada por un vehículo, perdió las dos muñecas y tuvo que ser operada para sustituirlas por piezas de titanio. 

Por todo lo experimentado y superado, es que la autora de 65 años de edad, también, pretende inspirar a otros. 

“Quise plasmar mis vivencias como una forma de motivar a otras personas que, tal vez, como yo, son huérfanos, han pasado por un divorcio, sufrido la muerte violenta de un familiar o accidentes violentos, por los que han tenido que ser recluidos para una operación, porque no es solo para relatar un crimen, sino que sirva como motivación de que no importa la edad o circunstancias, todo el mundo puede dejar un legado de bien” estableció.

La autora plasmó en el escrito un asesinato no esclarecido que documentó con recortes del periódico El Imparcial. 

Don Francisco Ávila, comerciante de profesión, la tarde del 8 de mayo del 1959, iría a cobrar a Ramón Hernández, en la calle Muñoz Rivera, después, saldría al negocio de su amigo, Vidal Martínez, en el barrio Puente y luego, iría a ver una película en el Cine YUMAC (Teatro de Camuy), según dejó dicho a su familia. 

Al parecer, en el transcurso de ida al teatro, fue seguido por un grupo que iba en autos, secuestrado y asesinado.

Un titular sobre estos hechos indicó que el cadáver se encontró “con la cabeza destrozada y que fue hallado en la carretera del Barrio Puente, a un kilómetro de la zona urbana de Camuy”, reza la nota policiaca “Policía cree mataron negociante y lo llevaron cerca de Camuy” de El Imparcial, en su edición del 13 de mayo del 1959.

Asimismo, la noticia de la época indicó que los investigadores parecían estar de acuerdo “en que Ávila Hernández fue llevado muerto al sitio donde el chofer Domingo Rancel lo encontró y que de ninguna manera, se produjo allí el accidente automovilístico con que se ha querido encubrir este intrigante caso” y “que el robo no fue el móvil de la muerte, porque, según se reveló aquí, en uno de los bolsillos de la víctimas fueron encontrados $19 y centavos que Ávila había recibido de algunos clientes”.

“Hay una versión que indica que lo llevaron a la cueva que conecta con el río Camuy, donde se encontró su capa. También, se comentó que lo tiraron ahí (en la cueva), mal herido, pero se levanta y camina hasta un sector del pueblo, por donde pasaron unos 'troces' (camiones) que terminaron arrollándolo. Pero, en realidad, lo consiguieron sentado al frente de una funeraria. Lo consiguieron con los espejuelos, a un lado, y tenía dinero que había cobrado”, destacó.

Del crimen, surgieron varias teorías y supuestos testigos, pero, prácticamente, todos se llevaron su testimonio a la tumba, “por supuestas amenazas de muerte para ellos y sus familias. Por eso, es que nunca se pudo descubrir, porque el que realizó el crimen, lanzó una amenaza de muerte y, también, pagó a las personas que se prestaron para hacerlo”, exclamó Ávila de la investigación que tuvieron a su cargo el capitán Emilio Hernández, ex comandante de la zona de Arecibo, el ex fiscal Efraín Crespo, el ex juez de distrito, Juan N. García, de Camuy y el ex detective Eligio Morales e, incluso trabajó el tío materno de María, también policía, Benito Vega”.

De hecho, la teoría más fuerte apuntó a un hombre de San Sebastián, quien respondió al nombre de Serafín Beltrán.

“Fue al que la gente siempre señaló. Dicen que él, desde joven, se había ido para la ciudad de Chicago y allá se metió en el mundo de las gangas y cuando vino a Puerto Rico, venía a esta área y, al parecer, tenía a una amiga. Se dice que él planificó todo, porque le dieron un dinero para que lo matara. Se comentó que antes de morir de cáncer, quiso hablar, pero murió antes. Él estaba escondido en unos barrios de Nueva York y quiso hablar con un cura sobre las muertes que hizo”, indicó Ávila de la comentada versión que más encajaba con lo ocurrido, “pero al no haber pruebas, nunca se pudo descubrir sí fue la verdad”. 

Precisamente, lo que ayudó a Ávila a superar todas etapas dolorosas fue su fundamento de fe.

“Como a los 11 años de edad, comencé a leer la biblia y a estudiarla. Yo tuve deseos de venganza como hasta los 11 años. No lo voy a negar; yo era una nena, pero no fue hasta ese momento que le dije al Señor, 'yo, esta injusticia te la dejo en tus manos’ y de ahí en adelante, me dediqué a hacer más de las cosas de Dios. Gracias a Dios, todo lo superé, pero, también, tengo que decir que mi mamá (Casilda Vega Sierra) fue mi ejemplo para ser una mujer fuerte”, estableció.

Ávila planifica llevar a cabo la presentación de su libro en el teatro de Camuy, en mayo del 2018.

Francisco Ávila Hernández (Para El Norte / Alvin Báez)