Hay películas animadas que apuntan al cielo en sus aspiraciones, que utilizan el ilimitado potencial del medio para contar historias memorables que trasciendan el puro entretenimiento momentáneo a través de avances técnicos, la originalidad de su argumento o –preferiblemente- una combinación de las dos. 

Hay también otras como Trolls, tan coloridas y livianas como una docena de globos, atractivas para los niños y fáciles de explotar con el más mínimo puyazo de una puntiaguda crítica cinematográfica.

La puntiaguda crítica, sin embargo, no la encontrará aquí. La cinta simplemente no la amerita, aun cuando la tentación está ahí. Mientras nada en Trolls inspira mayores elogios que “al menos no me dormí”, tampoco provoca el tipo de sentimiento que invita a usarla como saco de boxeo. Su miopía creativa resulta lamentable, pero su corazón –y pido mil disculpas por el cliché- está en el lugar correcto, entiéndase por esto servir de fábula a los espectadores menores de 10 años e inculcarles la importancia de perseguir lo que los haga felices, ver más allá de las apariencias, valorar la amistad… etcétera, etcétera.

El filme toma los adorables/espantosos muñecos –dependiendo de la perspectiva de cada cual- que se vendieron como amuletos y tuvieron mayor auge en las décadas del 60 y 80, y fabrica un cuento alrededor de ellos. Resulta que hay unos monstruos aun más feos, llamados “bergens”, que se los quieren comer, creyendo que los trolls son lo único que los puede hacer felices, por lo que estos se escapan por varios años hasta que son eventualmente encontrados y deben una vez más luchar por su supervivencia.

La trama no se desarrolla mucho más allá de eso, el equivalente a un episodio de Los Pitufos. Un puñado de números musicales introduce al público infantil a viejos éxitos de Cindy Lauper, Simon & Garfunkel y Lionel Richie –entre otros artistas que sus padres y abuelos escuchan-, así que no todo está perdido ya que -al menos-, los pequeños serán expuestos a buena música. Las armoniosas voces de Anna Kendrick y Justin Timberlake, como los protagónicos trolls, hacen que estos “covers” suenen muy bien, así que, amigos adultos, prepárense para tener ese soundtrack en “repeat” por los próximos meses.

La pregunta al final del día es si los niños saldrán complacidos de la sala, y todo apunta a que sí. Es un público fácil de complacer. A veces, hasta con un globo basta.