En 1992, Disney transportó al público a la mítica tierra de Agrabah, donde conoció a un vago con corazón de oro, una alfombra voladora, una princesa obstinada y un genio mágico con algunas extrañas referencias a la cultura pop. Con la música y las letras de Alan Menken, Howard Ashman y Tim Rice, Aladdin se ganó el corazón de millones y se convirtió en la película más taquillera del año.

Fue un proyecto ambicioso de animación que rindió resultados y generó décadas de apoyo de los fans, sin mencionar dos premios Oscar y un musical en Broadway. Ahora, siguiendo los lucrativos pasos de Beauty and the Beast y otras cintas animadas hechas de nuevo con actores, el estudio busca repetir la hazaña con Aladdin, que estrena hoy en la Isla. 

¿Pero cómo recrear la magia de Aladdin sin la ayuda de la lámpara de un genio? Bueno, contar con la dirección de Guy Ritchie y un astro como Will Smith no viene nada mal. 

Smith accedió a interpretar al Genio. El papel fue originado por el difunto Robin Williams, quien le dio al papel su toque de irreverencia, ingenio y referencias modernas. Pero aun con su buena fe, Smith estaba nervioso.

“Estaba realmente aterrorizado al comienzo”, dijo Smith, que en 1990, dos años antes del estreno de Aladdin, había sentado las bases de su carrera actoral en pleno auge de su carrera en el hip hop con la exitosa serie de televisión The Fresh Prince of Bel Air. “Tú sabes, hay que ser cuidadoso con ese tipo de películas que marcan la infancia de la gente”.

Smith y los cineastas sabían que rehacer Aladdin implicaría inevitablemente un equilibrio entre rendir homenaje a la original y modernizar aspectos de la historia, incluyendo elegir a los protagonistas con un origen étnico apropiado, que pudieran bailar y cantar, cargar a cuestas una gran producción y de paso darle más acción al personaje de la princesa Jasmine.

Y tuvieron la suerte de encontrar a Mena Massoud, nacido en Egipto y criado en Canadá, para interpretar a Aladdin y a la actriz Naomi Scott, de ascendencia sudasiática, para hacer de Jasmine.

En esta película, Jasmine lucha por la igualdad y la oportunidad de ser la sucesora de su padre como sultana.

Incluso tiene su himno de empoderamiento con la nueva canción original Speechless, escrita por Menken, y los compositores galardonados con el Oscar, Benj Pasek y Justin Paul (The Greatest Showman, La La Land).

Naturalmente, los cineastas querían darle a la producción una sensación de época apropiada para un musical de aventuras que se desarrolla en un país lejano.

Aladdin se filmó en un enorme estudio a las afueras de Londres, donde el set de Agrabah se expandió en un área del tamaño de dos canchas de fútbol, y en locaciones en Jordania, como la zona desértica de Uadi Rum. Ya que Agrabah es una ciudad ficticia, la diseñadora de producción Gemma Jackson (Game of Thrones) usó elementos de la arquitectura marroquí, persa y turca como inspiración.

La cinta animada de 1992 vuelve a la pantalla grande en su versión "live action" y aquí te contamos algunos datos curiosos sobre la película.

En cuanto a los números musicales, la producción más grande para la película es de lejos la secuencia de Prince Ali, en la que Aladdin, con la ayuda del Genio, llega a la ciudad como ellos creen que lo haría la realeza: presumiendo su fortuna, valentía y animales, entre ellos 75 camellos dorados, 53 pavorreales y 95 monos persas. Ritchie contrató 250 bailarines y 200 extras para crear ese mundo y pidió que se hiciera un camello de 9 metros (30 pies) con 37,000 flores para que Ali lo montara. 

Aunque habrá muchísimos toques familiares para el público, desde las canciones hasta la partitura original e incluso algunos diálogos, la película con actores tenía que desviarse de algún modo de la original. Con una duración de más de dos horas, frente a los 90 minutos de la cinta animada, la cinta se inclina hacia la diversidad que uno esperaría de una historia desarrollada en el Medio Oriente, algo importante para Massoud.