Hoy llega a la gran pantalla Hotel Mumbai, basada en los ataques terroristas del 2008, en los que militantes de Pakistán embistieron varios sitios de la ciudad más grande de la India, incluido el Taj Mahal Palace Hotel, donde se desarrolla la mayor parte de la secuencia. 

Los atacantes, miembros de la milicia islamista Lashkar-e-Taiba, nunca son identificados, sin embargo, no hay un misterio persistente acerca de sus sentimientos anti-India. Cuando comienza la película, un grupo de hombres llega a Mumbai en balsa. Su líder, identificado solamente como “el Toro”, es escuchado por teléfono, instando a sus compañeros a mirar hacia el horizonte de la ciudad y “ver lo que les robaron”, teniendo en cuenta las tensiones entre la nación predominantemente musulmana de Pakistán y su vecino, India, mayormente hindú. 

Durante un tiempo, Hotel Mumbai es una cadena de escenas horrendas de violencia, que comienza en una estación principal de trenes de la ciudad y se traslada al hotel cuando abre sus puertas a las víctimas que huían (y los atacantes que se mezclaron con ellos). Es inquietante, por decirlo suavemente, verlos moverse por el edificio, matando a personas (a menudo gráficamente) como si estuvieran simplemente aplastando moscas. 

Para los propósitos de la historia, “Arjun” (Dev Patel), un joven padre quien trabaja como mesero en el Hotel Mumbai, encarna este conflicto central, tratando de mantener a sus clientes protegidos ocultándose en el restaurante. Sin embargo, más tarde el protagonismo cambia a “David” (Armie Hammer) y su esposa, “Zahra” (Nazanin Boniadi), una pareja joven con un nuevo bebé y una niñera (Tilda Cobham –Hervey) quienes se están hospedando en el hotel. Así, sucesivamente, el protagonismo se desplaza a las historias particulares de los otros personajes. La narración de la secuencia es un equilibrio increíble entre cada personaje, desarrollándolos lo suficiente para que el espectador se sienta conectado a cada uno de ellos. 

Esta película no es para el débil de corazón; el tono narrativo crea un ambiente claustrofóbico que sale de la pantalla y te hará hasta aguantar la respiración. El director australiano, Anthony Maras, debuta en su primer largometraje con una experiencia tensa, real y genuina que no solo te hace entender la situación, pero te pone en el centro de ella.