Arecibo. El histórico Teatro Oliver, en Arecibo, es una de las tantas estructuras sobre las que el huracán María (2017) hizo estragos, y a esta fecha, aún es incierta su reapertura.

El daño estructural es severo. Se le cayó una parte del techo y por ahí, corrió el agua, dañando el equipo técnico, distintas áreas interiores, incluida la sala principal, butacas, escenario, en fin, habría que “reconstruirlo completo”, advirtió el alcalde Carlos Molina Rodríguez. La inversión estimada sería entre dos y tres millones de dólares, e incluiría levantar básicamente todo el interior, desde paredes hasta equipos.

El huracán María desprendió el techo y el agua afectó el interior de la estructura.
El huracán María desprendió el techo y el agua afectó el interior de la estructura.

“Hemos logrado reparar muchísimas unidades municipales, pero la gran realidad es que esa facilidad, igual que otras, parques, canchas, todavía no las hemos podido reparar”, indicó el ejecutivo municipal.

El teatro, construido en 1876, fue administrado por una Junta desde el 1983 “que lo querían administrar como si fuera privado”- según el alcalde, por lo que presentó una demanda para recuperar la titularidad del teatro. El caso fue ganado por el municipio meses después del huracán María.

Molina aseguró que previo al fenómeno atmosférico el teatro estaba en perfectas condiciones, aunque no se estaba alquilando debido al pleito en el tribunal.

El cierre del Teatro Oliver limita grandemente la actividad cultural en Arecibo y pueblo circundantes, puesto que no hay otra sala con esa capacidad y recursos audiovisuales para presentar obras, como ocurría antes. La plaza pública de Arecibo es básicamente el escenario en el que se están concentrando las actividades culturales en la actualidad.

Molina Rodríguez presentó otro reclamo en los tribunales en solicitud del desembolso del dinero de FEMA y seguros para poder restaurar esta y otras instalaciones públicas. “Cuando ves que pasan dos años y los fondos no llegan, te desilusionas un poco, porque ves que no hay agilidad, son demasiado burocráticos, te piden tantas cosas y no ves que pasa nada, y es tan y tan cuesta arriba que a veces le duele el pecho a uno, pero eso es lo que pasamos los acaldes”, puntualizó.