Solo duró dos años mi paso por la bien llamada Primerísima Orquesta de Tommy Olivencia, pero fueron suficientes para vivir muchas experiencias y disfrutar de la dinámica de pertenecer a las “Grandes Ligas”. 

Mi primer encuentro con Tommy y su orquesta data de mis años de estudiante y de cantante aficionado. Por ser un ferviente admirador de Chamaco Ramírez, La Primerísima se convirtió en una de mis orquestas favoritas. Compraba sus discos y con facilidad me aprendía todas las canciones. 

Chamaco Ramírez, Paquito Guzmán, Sammy González, Lalo Rodríguez… en fin, con esa batería de cantantes está demás decir que ni soñaba entonces con pertenecer a tan importante y famosa orquesta.

Fue en el año ‘79 que me llegó mi oportunidad por medio del amigo Chuchín (nunca supe su nombre de pila) que me conocía desde que empecé junto a Don Periñón como aficionado.

Me presentaba como cantante de la orquesta de Mario Ortiz en un baile; La Primerísima era la próxima banda en turno y el experimentado cantante Simón Pérez no había llegado. Fue entonces que Chuchín entró en acción y convenció a Tommy de que yo podía resolver el problema. Se me acercaron Chuchín y Olivencia y me preguntaron que cuáles temas podíamos hacer, a lo que yo respondí: “díganme lo que quieren que yo cante”. Resultó ser una “audición”, mi gran  oportunidad. Meses más tarde, Simón sale de la orquesta y recibí la oferta para integrarme a la banda. 

Comenzó lo que me gusta llamar a la experiencia de “la montaña rusa”: yo tenía 15 años. Me divertí y aprendí en cantidad en el trayecto.  De la noche a la mañana me convertí en el sonero de la orquesta al lado de nada más y nada menos que del maestro Paquito Guzmán, a quién siempre agradezco el trato casi paternal que me regaló mientras estuve a su lado. ¡Gracias Paco! 

Tan pronto entré a la orquesta comenzaron los viajes, las grabaciones y, por supuesto, todo eso en medio de los múltiples bailes que se tocaban. Olivencia era todo un personaje. Amante de la buena música y del buen humor. Tenía un ojo clínico para identificar y escoger talento, por eso a la orquesta también le llamaban “la escuelita”.

Tenía Tommy la habilidad de comunicarse con su público desde la tarima, un don que pocos artistas tienen. De hecho, me enseñó a dirigirme al público y a amenizar un baile. Debo decir que era muy justo remunerando a sus músicos y no escatimaba en pagar por el talento que requería para su organización. En lo personal, conmigo se portó como un caballero y lo más que le agradezco es que siempre fue muy cariñoso con mis padres.

Pasados dos años, salí de la orquesta para unirme a la “Banda que deleita” del maestro Willie Rosario y tras un corto regreso de Chamaco, nada más y nada menos que Frankie Ruiz pasó a ser el cantante principal de la “Banda de Tommy”. Y lo demás es historia. Muchos buenos cantantes siguieron a Frankie: Carlos Alexis, Pichie Pérez, Héctor Tricoche, Paquito Acosta, Valdo Díaz, Mel Martínez, muestra de lo que les mencioné sobre el buen gusto de Olivencia para el talento.

Tuve la oportunidad de reunirme con él en la última celebración de aniversario de la orquesta y mientras cantaba recordaba mi tiempo como cantante de la “Primerísima”, y lo mucho que aprendí y me divertí.

¡Camínalo!

 “Tenía Tommy 

la habilidad de comunicarse con su público desde la tarima, un don que pocos artistas tienen”