Hace casi tres décadas, Ray Liotta vio por vez primera a su madre biológica, quien lo dio en adopción cuando era muy pequeño, empujada por su situación económica.

El actor de “Buenos Muchachos” no le tenía recelo, sino un genuino interés por conocerla y hablar con ella y quitarse de una vez por todas las dudas que invadieron su mente durante gran parte de su vida.

Ray, nacido en Nueva Jersey en 1954, fue dejado en un orfelinato de donde fue adoptado antes del medio año de vida, por Mary y Alfred Liotta, una secretaria y el dueño de una tienda de piezas para automóviles, respectivamente.

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Fueron ellos quienes le comunicaron en su momento que no era su hijo biológico y, aunque no entendió al principio sacó todo lo que sentía a través del dibujo.

“Durante años nunca entendí cómo me había podido dejar ahí. Cuando con más de 40 años conocí a mi madre real, ya no estaba enfadado. Había sido otro viaje”, contó a la revista People.

“El verla me hizo darme cuenta de que ella hizo lo mejor que pudo conmigo. Tenía razones realmente válidas y luego se dio cuenta que el 99% de los niños que se dan en adopción son siempre para estar mejor”, abundó en una plática sostenida con Larry King.

Ahí fue que descubrió que tenía seis medios hermanos, algo que no le causaba conflicto y contaba si alguien se lo preguntaba.

El dolor lo llevó al estrellato

Cuando filmaba “Buenos muchachos”, película dirigida por Martin Scorsese y que lo catapultaría mediáticamente, su madre adoptiva falleció. Y ocupó ese dolor y frustración, para transmitirselo a su personaje. “Era lo que podía hacer”, dijo brevemente en una entrevista, recordando los hechos.

Liotta realizó su primera película cuando tenía 31 años. No sabía que sería actor, sino que lo descubrió al entrar a un taller teatral universitario, huyendo de materias que no le gustaban como las matemática e historia.