Hace un año que la gira “Entre mar y palmeras” de Juan Luis Guerra y 4:40 tuvo su primera parada en el Coliseo de Puerto Rico José Miguel Agrelot y en la noche del domingo tuvo una segunda vuelta, pero como si no se le hubiera visto en largo tiempo, el público lo celebró cantando y bailando de principio a fin.

Desde la arena hasta el llamado palomar (nivel superior), la audiencia no dejó de agitar los cuerpos con el exquisito ritmo de una selección de los éxitos en merengue y bachata que han convertido al cantautor dominicano en una de las principales voces de la música caribeña. Fueron dos horas de entrega total a un repertorio que ha trascendido el tiempo, provocando el mismo entusiasmo y respeto desde el año 1989, cuando el álbum “Ojalá que llueva café” cautivó con su seductora combinación de contenido romántico y social.

A las 9:03 de la noche el coliseo se convirtió en un cielo de vibrantes estrellas, creado por las pulseras con luces que se le entregaron a cada uno de los miles de asistentes, haciendo del acto de apertura uno aún más espectacular. Con el clásico merenguero “Rosalía”, un elegante Juan Luis Guerra comenzó el sabroso recorrido por las distintas etapas en su trayectoria de más de 30 años, sostenido por su voz nítida, como si le escuchara en alguna de sus más de 10 producciones discográficas.

“La travesía”, “La llave de mi corazón”, “Vale la pena” y “Como yo” fueron suficiente dosis de energía inicial para que el público se mantuviera de pie, moviéndose como mejor se le manifestara el ritmo en sus cuerpos.

Junto con 13 músicos y dos coristas, recorrió todas las etapas de su trayectoria musical de poco más de 30 años.
Junto con 13 músicos y dos coristas, recorrió todas las etapas de su trayectoria musical de poco más de 30 años. (Stephanie Rojas)

El galardonado artista fue breve en sus interacciones con sus seguidores, no obstante, procuró mantener el fervor invitándoles a agitar las palmas o seguirlo en los coros. No se le escaparon detalles, como saludar al intérprete y productor urbano Wisin y al cantante Gilberto Santa Rosa, quienes igualmente se disfrutaron el concierto desde las primeras filas de la arena.

Al “Caballero de la Salsa” le manifestó que el medley de salsas que hizo poco antes del saludo también iba en homenaje a él y a las demás figuras de la salsa de Puerto Rico, “porque de ellos hemos aprendido”. Seguido, le dedicó el perico ripiao “El farolito”.

“El Niágara en bicicleta” antecedió la primera de dos canciones de temática cristiana en el repertorio de 22 títulos, “Por ti”, con la que cayó una gran lluvia de confetti violeta que el público agradeció como niños que ven caer dulces de una piñata. La otra canción con la que el cantante hizo referencia a su amor por Jesús fue el merengue “Las avispas”.

“Como abeja al panal”, “Visa para un sueño”, “El costo de la vida” y “Ojalá que llueva café” no faltaron antes de la falsa de despedida de Juan Luis Guerra y su impecable orquesta de dos coristas y 13 músicos, incluida la directora musical, la pianista Janina Rosado.

Al grito colectivo de ¡Otra!, al que se invitaba desde las pantallas gigantes que complementaron el show con llamativos visuales, los músicos retomaron sus lugares y la voz de Juan Luis Guerra volvió a ocupar el recinto con otros tres de sus himnos tropicales, “A pedir su mano”, “Bachata rosa” y “La bilirrubina”.

Así la estrella de la vecina isla se volvió a despedir, llevando consigo su maleta de inigualables letras e impecable musicalidad con la que ha viajado entre Estados Unidos, Suramérica y España por más de un año, consiguiendo en cada parada llenos totales. Puerto Rico no fue la excepción.

Con esta gira es la segunda vez que se presenta en la Isla en el término de un año.
Con esta gira es la segunda vez que se presenta en la Isla en el término de un año. (Stephanie Rojas)