Atlanta, Georgia - Madison Anderson Berríos, la candidata de Puerto Rico en Miss Universe 2019, pasó de ser criticada a nivel nacional a convertirse en una representación de la belleza boricua y a consagrarse como la “Barbie latina” del concurso, que finaliza esta noche desde los Tyler Perry Studios.

“Todavía no puedo creer que tengo muchos fanáticos. Me siento tan y tan orgullosa de ser puertorriqueña. Yo sé que voy a poner a Puerto Rico en alto. Gracias por la oportunidad de ser su reina y vamos por la sexta (corona)”, expresó a este medio, luego de un ensayo.

Rubia y de ojos verdes, la reina ha logrado mantenerse en las primeras posiciones de los apostadores, aficionados y sitios especializados en certámenes de belleza desde que aterrizó en Atlanta hasta la prueba preliminar. La modelo de 24 años sonreía en cada esquina y siempre saludaba a los seguidores que la esperaban, por horas, en el vestíbulo del Marriott Marquis, aunque fuera a vuelo de pájaro por su apretada agenda.

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Para cada actividad tenía listo un outfit, por lo que elogiaron su arreglo personal durante toda la competencia. Aunque la organización limitó este año las actividades y las candidatas apenas salieron de la hospedería, Madison procuró estar siempre maquillada y combinada desde los pies hasta la cabeza. Expuso una paleta diversa de colores en su ajuar, que incluyó botas y hombreras, abrigos y gorros, gafas y carteras distintas para cada atuendo.

Completó su transformación en la isla bajo el equipo de Denise Quiñones, Miss Universe 2001 y actual directora del certamen local. Sin embargo, Madison llegó al concurso internacional con una maleta de experiencias en el competitivo negocio de la belleza.

Con un interés que fue cultivando desde la infancia, dedicó parte de su adolescencia al desafío de convertirse en modelo profesional y reina. Su oportunidad de representar a Puerto Rico se dio en el Miss Gran International 2016, donde se posicionó como tercera finalista.

En enero de este año, intentó ser la delegada de Florida para el certamen Miss USA, pero quedó primera finalista. Ese “por poco” la motivó a perseguir un sueño que le parecía imposible: convertirse en Miss Universe Puerto Rico sin dominar el idioma español. Cinco meses después, conquistó la corona.

Su triunfo en la isla fue provocador, sobre todo luego de ofrecer una atropellada, pero sincera respuesta en el certamen local. “Yo quiero ser bien clara porque, obvio, español no es mi primer idioma”, expresó antes de pedir que le repitieran una pregunta sobre turismo. “¡Ay, perdón, déjame respirar!”, dijo entonces y el público gritó mientras ella afirmaba estar “bien” para contestar.

Fue una de las candidatas con mejor desempeño, tanto en la presentación como en los desfiles de traje de baño, traje de gala, y luego en la competencia de traje nacional.

Esa noche, fue abucheada en el Centro de Bellas Artes de San Juan. Se enfrentó a las críticas de quienes no la consideraban el prototipo de la belleza boricua. De padre norteamericano y madre puertorriqueña, creció principalmente en el estado de Florida. Pero “ser puertorriqueña se lleva en la sangre y en el corazón”, destacó en aquel momento.

Es la tercera vez en esta década que se cuestiona la puertorriqueñidad de las reinas que representan al país en Miss Universe. Aunque fue criada en la isla, Bodine Koehler nació en Ámsterdam de padre holandés y madre dominicana. El origen colombiano de Catalina Morales también fue eje de críticas.

Consciente de la controversia que enfrentaba, Madison aprovechó todas sus entrevistas para expresarse agradecida y se dedicó a mejorar su español, aunque le tocaría hablar inglés en Miss Universe.

Y algo cambió cuando, hace varias semanas, Madison presentó su traje típico para la competencia internacional. Transformada en coquí y flor de maga, pareció mover la aguja de la opinión pública en la isla a su favor.

Niñas y fanáticos recrearon el llamativo vestido y rindieron tributo a su reina. En las redes sociales comenzaron a sobresalir los comentarios de aprobación, algo atípico en un país que rara vez aprueba estos atuendos, como ocurrió el año pasado, cuando la entonces soberana Kiara Liz Ortega representó las luchas del huracán María con una enorme creación que la llevó a caerse en pleno escenario.

Igualmente inusual fue la emocionada multitud que llenó una entrada del aeropuerto para despedirla antes del certamen. Rodeada de zanqueros, vejigantes y cabezudos, seguidores de distintas edades bailaron plena con ella mientras le gritaban “¡esa es!”. Madison admitió sentir mariposas. “¡Qué orgullo de ser puertorriqueña!”, exclamó llorosa, una y otra vez, antes de viajar a Atlanta.

Hasta esa ciudad la siguieron cientos de boricuas para apoyarla en la competencia preliminar, gritar por ella y ondear la monoestrellada frente a otras 89 candidatas de distintas partes del mundo.

Esta noche, dos días después de la competencia preliminar, Madison se enfrenta a los jueces de la gala final de Miss Universe. De entrar al cuadro de semifinalistas, tendrá que desfilar en bañador y traje de noche, además de superar el desafío de la pregunta final.

¿Ganará la corona?

La candidata de Puerto Rico trabajó bien duro para estar entre las favoritas.

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