El cafeto fue introducido en Puerto Rico por Felipe Ramírez de Esternós, y se comenzó a cultivar en el interior montañoso para el 1735.

Ya a finales de ese siglo, 29 pueblos de la Isla habían desarrollado fincas o estancias de café. Sin embargo, el auge cafetalero no comenzó hasta 1870, impulsado por el interés en Europa por este grano. Se beneficiaron de esta nueva industria municipios ubicados en la zona central, al oeste de la Isla. Ciales, Jayuya, Adjuntas, Yauco, Lares, Maricao y Las Marías desarrollaron sus economías gracias a las numerosas haciendas de café que se establecieron en la región.

Entre 1855 y 1868, sin embargo, muchos hacendados tenían gran parte de sus ganancias comprometidas con las grandes casas comerciales, que les proveían préstamos y equipo agrícola.

Las deudas, sumadas a los estragos causados por la epidemia del cólera de 1855, causaron que los hacendados enfrentaran una terrible crisis económica sin trabajadores y sin capital. La desesperación propició que un grupo de éstos conspirara en contra del gobierno con una revuelta conocida como el Grito de Lares, en 1868.

A pesar de esta crisis, en la década de 1880 Puerto Rico ocupaba uno de los primeros lugares entre los productores de café a nivel mundial. Así, la industria cafetalera generó decenas de millones de pesos durante los últimos 20 años del siglo XIX.