Hablaba en estos días sobre cómo la generación de los 80 ha tenido la oportunidad de vivir grandes cambios en la tecnología.

Vivimos la llegada de los “beepers”, luego los celulares y el internet. A través del internet viajamos a lugares nunca visitados, conseguimos direcciones, llevamos el trabajo a cualquier lugar, no hay fin con esta estupenda herramienta.

Sin embargo, la facilidad de este adelanto tecnológico tiene su punto de debilidad, nos aleja de las relaciones sociales, distancia a las parejas y a los padres de sus hijos. Esto, claro está, si el balance no es parte de lo auto establecido.

La adición al internet aún no se encuentra entre el grupo de trastornos presentes en el Manual de Diagnóstico y Tratamiento (DSM 5, 2014) pero se infiere que dado a su proliferación pueda llegar a estarlo.

La adición al internet es definida como la pérdida de control frente al uso racional del internet (Basile, 2006).

Aunque esto es un mal que atrapa tanto a jóvenes como adultos hay personas más propensas a desarrollar este tipo de adición.

Entre estos se encuentran:

-Personas que presentan problemas para relacionarse con otros por timidez.

-Personas que padecen de ansiedad.

-Jóvenes que se dedican largas horas al juego sin supervisión ni límites.

-Soledad

Señales de alerta:

1. La persona se mantiene la mayor parte del tiempo conectado al internet u otro equipo tecnológico afectando sus horas de sueño, comer y auto cuidado.

2.Descuido de áreas importantes como el trabajo, la escuela o la relación con amigos y seres queridos.

3. Sentirse irritado cuando no puede conectarse.

4. Mentir sobre si se está conectado.

5. Pensamiento constante en conectarse.

6. Posibilidad de crear otras adicciones como al juego, a la pornografía entre otros.

7. Sedentarismo

Definitivamente es imposible decir que el internet hace daño, el internet es una herramienta que ha venido para facilitar muchos procesos, para entretener y aprender entre otras muchas cosas. Lo que hace daño es el uso desmedido del mismo, el que en lugar de ser un facilitador nos haga prisionero, nos atrape en sus redes.

Como adultos debemos evaluarnos y ser objetivos al señalar cuanto nos afecta. Como padres debemos poner límites, enseñar con el ejemplo y no permitirnos ni permitir a nuestros hijos que se convierta en algo más importante que lo maravilloso de la vida en familia, del disfrute entre amigos y por ende el ser parte y participe de la sociedad.

Si desea coordinar una cita con la Dra. Ingrid C. Marín Espiet, Psicóloga Clínica puede comunicarse al (787)222-4999 o vía email:imarinespiet@gmail.com