Algunas madres están centradas en las situaciones que viven sus hijos en escuela superior. Estos tienen que mantener buenas notas para que puedan solicitar en buenas universidades, empiezan las preocupaciones con las dichosas salidas nocturnas cuando, de repente, la maternidad las vuelve a sorprender. ¡Sí, quedan embarazadas!

De ese modo pasan de pensar en realidades de adolescentes para comenzar a enfocarse en pañales, lactancia y otros tantos pormenores relacionados a bebés.

Son varias las razones que llevan a una mujer a empezar a criar de nuevo después de haber recibido a su primer hijo hace 12, 13, 14 o 15 años.

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Las más comunes son querer tener un hijo con una nueva pareja, esperar porque llegue el momento idóneo para que tener un segundo hijo o el síndrome de nido vacío, que es cuando los padres se enfrentan a la soledad en la casa pues sus hijos se mudan por diversas razones, como -por ejemplo- se van a estudiar lejos.

“En Puerto Rico se ve más el factor psicológico del nido vacío, que les da por tener bebés, pero más bien con hacer adopciones. Encontramos muchas adopciones de niños pequeños. De tres años en adelante son los que más buscan porque muchas veces no permiten la adopción tan bebés. Muchas personas están haciendo las adopciones fuera de Puerto Rico. En otros casos los buscan propios, con madres subrogadas. A nivel psicológico, en la pareja la tendencia es al revés. Cuando se es más joven el bebé quizá separa un poco a las parejas, porque están en las de salir, pasarla bien. Pero ya a esa edad, un poco mayor, dedican más tiempo a esos nenes, por lo que son nenes más saludables emocionalmente”, indicó la psicóloga Grisell Rodríguez.

Cuando Luz Alcázar y su esposo, Humberto Hernández, se mudaron a Puerto Rico hace 15 años procedente de Colombia, su hijo, Sebastián, tenía solo tres años. Al no tener familia en la Isla, y tener mucho trabajo, al matrimonio se le hacía difícil conseguir alguien de confianza que le cuidara al niño. Esa situación provocó que postergaran la llegada de un segundo hijo.

“Lo planeamos y lo planeamos. Como no teníamos a nadie que nos lo cuidara decíamos ‘después de que entre a kínder’. Siempre había una excusa nueva, este año no, esté año no, y pasaron 12 años para que llegara la nena. Llegamos a un punto que dijimos: ‘es ahora o nunca’”, afirmó Luz, que tiene a Sebastián en cuarto año y a Mariana en kínder.

Para Deborah Román, la maternidad fue sumamente distinta en las dos ocasiones. Luis y Adolfo también se llevan 12 años de diferencia, por lo que cuando se convirtió en madre por primera vez era muy joven.

“Todo fue totalmente nuevo, como si tuviera un niño por primera vez. Hasta al mismo pediatra le dije: ‘explícame nuevamente porque esto para mí es totalmente nuevo’. La diferencia era en todo, los carseats eran diferentes, los gadgets. La segunda ocasión también se me hizo difícil porque Adolfo fue bien prematuro. No lo pude tener rapidito en mi casa, estuvo entubado, estuvo en intensivo un mes y medio, así que se me hizo más difícil. La lactancia se me hizo más difícil, lo pude lactar poco”, destacó Deborah.

La juventud, en el caso de Yolanda Rodríguez, hizo que disfrutara la maternidad un poco más despreocupada. Cuando se convirtió en madre de Enrique tenía apenas 17 años, mientras que a su hija, Amelie, la tuvo cuando tenía 32.

“Con Amelie estaba más preocupada por su salud. Con Enrique, quería jugar con él, era mi muñequito. Con Amelie me ponía más nerviosa, cualquier cosa me preocupaba. Probablemente era porque sabía más, era más consciente de riesgos, como el síndrome de muerte súbita. Con Enrique, al no tener ese conocimiento estaba más relax y me lo disfrutaba”, relató Yolanda, quien es doctora.

Tanto Deborah como Yolanda coinciden en que al ser madres tan jóvenes tenían que lidiar con sus círculos de amistades que, como jóvenes estudiantes al fin, salían a divertirse.

“A la vez que estaba criando, yo estaba creciendo. Quería experimentar las actividades normales de muchachas de mi edad. Sentía que mis amigas podían salir y yo no, porque no dejas de ser una teenager. Ahora es todo lo contrario. Ahora mis intereses giran en torno a cosas de niños, todo gira en torno a ella”, destacó Yolanda, cuyos hijos tienen 21 y seis años, respectivamente.

En ese aspecto ahora que Deborah es más adulta, tiene más claro que nunca que sacar a sus hijos hacia adelante es su prioridad.

“Ahora trabajo hasta las 3:00 de la tarde, para tener a los nenes comidos y con los estudios hechos temprano. Eso es algo que he podido hacer, porque no todos los papás pueden. Pero he tenido que sacrificar mis horarios de trabajo, porque podría trabajar hasta bien tarde, pero trabajo hasta las 3:00 p.m. para que ellos puedan estar en la casa temprano y no como sucede a veces que vas a Plazas Las Américas y ves a las 8:00, 9:00 de la noche a nenes con uniforme todavía. Así que ese es un sacrificio que he tenido que hacer, que en vez de andar en un Mercedes ando en un Yaris, pero mis hijos a las 8:00 de la noche están preparándose para acostarse a dormir. Eso es una bendición, porque no todo el mundo puede hacerlo”, indicó la estilista, cuyo hijo mayor está en Cuarto Año y el pequeño en Primer Grado.

La personalidad y el carácter también hace las experiencias de crianza diferentes para las madres. Por otro lado, al estar más grandes sus hijos mayores, se crea un vínculo protector de parte de ellos hacia los pequeños. Además, también pueden dar la mano a atender al bebé, de vez en cuando.

“En el aspecto de las edades a veces es difícil porque el chiquito quiere hacer lo que hace el grande. Es bien difícil, él quiere hacer todo. Si el hermano sale pregunta, `¿por qué yo no puedo salir?’. Si vienen amigos del grande a la casa, pregunta ¿por qué no puedo estar con ellos?, si sale a correr patineta, ¿por qué no puedo ir a la calle a correr patineta? ¿por qué el sí y yo no? En el caso del cuidado Luis me ayudaba, pero llega un momento en que se hartan. Él ya tiene carro, así que se va a la escuela solo, pero no le doy esa responsabilidad de que lleve a su hermano a la escuela. Yo lo llevo todas mañanas y lo recojo todas las tardes, porque entiendo que esa es mi responsabilidad como mamá”, sostuvo Deborah.

La psicóloga indica que en muchas ocasiones y debido a la diferencia de edad los hijos menores se crían como hijos únicos, pues los hermanos se van de la casa principalmente a estudiar.

“Prácticamente llegan a ser los únicos hijos de la casa, porque los hermanos tienen otros intereses. A veces tienen sobrinos de la misma edad y juegan con ellos, porque sus hermanos son mayores y ya tendrían hijos, pero son sus sobrinos. No se quedan sin ese estado familiar de compartir con niños. No hay nada que vaya en contra de criar de nuevo, solo que si la madre es mayor de 40 años, hay unas situaciones de riesgo, pero fuera de eso no”, sostuvo Rodríguez.

Algo que destacan las madres es que, al tener ya experiencia en la crianza, al volver a tener hijos saben bien lo que funciona y aquello que no quieren repetir.

A Luz le da mucha satisfacción ver los resultados que tiene el haber entablado un canal de comunicación con Sebastián desde pequeño, algo que está repitiendo con Mariana.

“Sebastián ya va encaminado a su futuro y veo que él va bien. Con la ayuda de Dios y el Deporte él va encaminando su futuro. Ahora es probable que vaya a Estados Unidos. Este año él se fue de la casa a otro pueblo, porque obtuvo una beca para su Cuarto Año, así que tomó mucha responsabilidad. Ya sabe valorar lo que tenía en casa. Le ha tocado levantarse solo, lavar, planchar. Todo eso me ha demostrado lo bueno que ha sido tener buena comunicación, los valores que le hemos enseñado, lo responsable que es. Todo eso lo ha demostrado este año que estuvo fuera de la casa. Eso ahora es lo que tengo en mi mente para levantar a Mariana con mucho ánimo. Sí se puede traer niños al mundo en estos momentos con buenos valores, con ganas para salir adelante y verlos crecer y verlos bien”, aseguró Luz.