Ver a los nuestros triunfar, alcanzar y sobrepasar sus metas me provoca cosquillas en el corazón. Basta con imaginarme la alegría que deben sentir por sus logros, para alegrarme como si la cosa fuera conmigo.

Es que no tienes que conocer, ser amigo o familiar de esa persona para sentirte identificado con ella. Es tan sencillo como tener un corazón blanco para disfrutar de lo tuyo y de lo ajeno. 

Cómo no alegrarme, por ejemplo, de que Alexandra Fuentes lleve tantas funciones con su stand up comedy y que prometa más éxitos; de que Molusco, con su irreverencia que tanto hace reír, llegó al Coliseo de Puerto Rico con dos funciones; o que Raymond Arrieta cumplió su noveno año de caminata con salud y sobrepasó la recolección del millón de dólares para los pacientes del Hospital Oncológico. 

Cómo no alegrarme de que el maunabeño Heliot Ramos entró a las Grandes Ligas con Los Gigantes de San Francisco... ¡Wepa! ¡Brutal!  

Qué bueno saber que los Warriors quedaron campeones en la NBA y, aunque no son puertorriqueños y yo no sigo el baloncesto, su victoria provocó alegría y celebración en los fanáticos de la Isla.   

Que doña Myrta González se convertirá en abuela y no para de celebrarlo en Facebook me causa alegría. ¿La conoces? ¡Yo tampoco! Pero no hay que conocerla para alegrarse. 

¿Cuándo aprendí esto? Creo que hace mucho tiempo, cuando leyendo, viendo y escuchando el éxito ajeno, me reía sola y sentía cosquillas en el corazón. Motivos suficientes para retarme para trabajar por lo mío y para alcanzar el éxito, aprendiendo a ser feliz sin quitarle nada a nadie. 

Tener mi propio negocio y mantenerlo, tener mis productos distribuidos por la Isla, celebrar cumpleaños en mi tienda, hacer desayunos (y pronto almuerzos) me emociona. 

Hacer televisión, que fue para lo que estudié, me emociona. El tener mi columna aquí me inspira. El tener mi propia línea de mahones me hace sentir feliz. 

Que en un viaje de vacaciones hayan visto en mí el potencial para representar la marca de trajes de baño de Maru Jordan en la Isla me da confianza.  

¿Qué daño te puede hacer las cosas buenas que le ocurran a otros? ¿Por qué criticar lo que no conoces y sus sacrificios? 

El éxito para tu vida está siempre frente a ti. Búscalo y trabaja para alcanzarlo. Tendrás cuanto quieras siempre y cuando trabajes y luches para tenerlo. Sentarte a envidiar, criticar, dañar, indisponer o destruir a los demás no trae gloria a tu vida. Por el contrario, te trae tristeza, frustración, coraje y atraso.

Deja que tu corazón sienta las cosquillas de la alegría ajena. Ese es el secreto para inspirarte y ver la gama de posibilidades que hay frente a ti para ser igualmente feliz y exitoso. Bloquea el celo y la envidia, no le des cabida a la maldad y valora a quienes te quieren y aplauden tus logros. Alegrarse del éxito de los demás te trae más éxito  y celebrar el progreso de los demás te hace parte de ese progreso.