Moraima Oyola no visualiza su vida de otro modo que no sea ayudando a los demás.

Su deseo de extenderle una mano al más necesitado la hizo hace más de 18 años poner un escritorio en la plaza pública de Bayamón y empezar a ayudar a deambulantes. Allí colocó unas cortinas con tubos PVC para proveerles un espacio de aseo a personas sin hogar, darles comida y ofrecerle clínicas de salud.

Esa labor llevó a Moraima a abrir hace 17 años la fundación "Forjando un nuevo comienzo". Dicha entidad está dedicada a  brindar  una oportunidad a jóvenes que han sido desertores escolares o exconfinados,  para que puedan integrarse a la sociedad mediante un trabajo.

“Desde pequeña me motivó mucho ayudar a este tipo de jóvenes, porque desde los 16 años visito estos hogares de rehabilitación para hablarles a jovencitos que han pasado momentos duros en la vida, y comencé a identificarme. Muchos de estos chicos no tienen oportunidades, ya a sus 16 años están en hogares  de rehabilitación y eso me chocaba y me dolía, porque tenía la misma edad que ellos. Hablando con ellos me daba cuenta que venían de un hogar disfuncional y necesitaban una oportunidad en la vida”, afirmó.

Es precisamente obtener esa nueva oportunidad para los jóvenes el mayor reto que ha enfrentado Moraima a través de los años. Hay quienes han cometido delitos menores que con el tiempo logran que sus nuevos patrones les den un voto de confianza y  trabajo fijo. Sin embargo, otros, por la gravedad de sus actos, consiguen un trabajo cuyo sueldo cubre la Fundación, en algunos casos hasta por años.

“Lograr convencer a la sociedad de que esa persona cambió, que merece una oportunidad y más en el mundo empresarial, es un tanto difícil. Muchas veces tenemos casos que estuvieron en la calle por robo y fueron a la cárcel. ¿Qué empresa va a darle trabajo a un muchacho que su récord dice que robó? Nuestra labor es instruir al participante que no va a ser fácil, que se paga doble factura muchas veces, porque tienen que pagar por lo que hicieron en prisión y afuera tienen que pagar la desconfianza”, sostuvo la madre de dos hijos.

Consciente de lo difícil que es  el proceso de dejar atrás la vida en la calle, Moraima les provee a los participantes  como parte del programa unos talleres y charlas que les imparten distintos profesionales, como psicólogos y  abogados. Éstos les ayudan en el proceso de convertirse en personas de provecho.

También hay otro tipo de clases, como por ejemplo de modelaje, en las que las participantes aprenden proyección y dicción.

Forjando un nuevo comienzo también tiene un programa de tutorías para niños que necesitan ayuda en el aprovechamiento escolar y un campamento de verano.

Moraima vivió una infancia muy dura debido a la pobreza y el maltrato emocional de un padre alcohólico contra ella, sus hermanos y su madre. Esas amargas vicisitudes que enfrentó fueron las que le hicieron entender que nadie merecía tener una vida así. Por eso también diversifica su ayuda a personas con  distintas necesidades.

“Si no hubiese vivido lo que viví hoy no me hubiese identificado tanto con la gente que sufre. Conocí de cerca el dolor, la pobreza, el abandono, la soledad y por eso puedo identificarme con el que se siente desamparado. Pero a pesar de las duras experiencias, esas fueron las puntas de lanza para ser la mujer que soy hoy”, afirmó.

El sueño de Moraima es ampliar sus servicios, pues ha sido testigo de historias impactantes. Pero aunque ha visto la rebeldía y el dolor, también ha visto muchas ganas de superación.