En aquel momento, el método Montessori -como sistema de educación - era una novedad en Puerto Rico y a Graciela le llamó mucho la atención.

Fue así como fundó la Casa Montessori del Niño, en Cupey. Han pasado 35 años desde entonces, pero para ella parece que fue ayer. 

“Cuando vi que era un sistema que hacía tan felices a  los niños mientras trabajaban, me enamoré inmediatamente del mismo”, compartió la educadora.

La vida de Graciela dio un giro significativo cuando decidió involucrarse en la educación de los niños. Por nada del mundo cambia trabajar con ellos para trabajar con adultos.

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Graciela Mercado  dice que estará al frente de la Casa Montessori del Niño en Cupey, mientras recuerde los nombres y los apellidos de los pequeñines que pasan por su escuela.

Pero el compromiso que tiene Mercado con estos chicos va más allá de enseñarlos a leer y escribir. 

“Todos los niños que están aquí son privilegiados y saludables, pero yo quiero que ellos  vean cómo son las cosas del otro lado del mundo; que sepan lo que atraviesan los niños enfermos o necesitados de un hogar. Es por esa razón que los envuelvo en actividades de niños necesitados, para que los ayuden y así fomentar en ellos esa conciencia y sensibilidad”, destacó.

Graciela también trabaja con algunos niños a nivel sicológico cuando presentan problemas de  agresividad o cuando han perdido a algunos de sus padres.  

“Cuando eso pasa, les explicamos (a esos estudiantes) los pro y los contra de la agresividad. Si han sufrido una pérdida familiar, se les explica que la muerte es un proceso natural de la vida”, dijo.

Cuando la maestra ya llevaba un poco más de 20 años en la dirección de esta escuela, recibió una noticia que cambió su vida. Fue diagnosticada con  cáncer de mama, fase IV, y tenía metástasis hacia la médula. Han pasado diez años desde entonces, y Graciela está completamente sana.

En un principio, cuando supo del diagnóstico,  sintió que el mundo se le venía  abajo. La mejor medicina no fueron las 30 sesiones de quimioterapia que tomó, sino los pequeñines de su escuela. 

“Hablé con mi Dios y le dije: ‘Yo quiero ver a mi tres hijos graduarse’. Luché y por eso estoy aquí. Pasé todo mi tratamiento aquí (en la escuela). Recuerdo que cuando se me cayó el pelo y los estudiantes  entraban a mi oficina, me decían: ‘Graciela, ¿tú sigues siendo nena o nene’?  Cosas así me hacían reír y me daban fuerzas para seguir luchando”, relató la maestra de 62 años, oriunda de San Juan.

Tras vencer el cáncer, Graciela se sintió motivada a apoyar la Sociedad Americana del Cáncer y la organización Vieques en Rescate, entre otras instituciones. 

Pero su labor social va más allá, pues la educadora no solo se involucra, en su carácter personal, con las actividades de estas asociaciones, también envuelve a los estudiantes de su escuela para que apoyen dichas causas.