Ser o no ser amigo de los hijos. Es una interrogante que las madres y padres se hacen en algún momento durante el proceso de la crianza. Habrá muchos a quienes ese vínculo de amistad o confianza les florece natural y, probablemente, ni les surja la inquietud, pero también habrá otros tantos a quienes les cuesta establecer una relación más cercana con los críos por la disciplina rigurosa que practican.

Cualquiera que sea el caso, ser amigo de los hijos es saludable, y ello no significa que se diluya o pierda el rol de la figura maternal o paternal. Lo importante es no llevarlo a los extremos, es decir, no partir del pensamiento equívoco de “todo o nada”, y considerando siempre las diferencias de edades. Lo último es importante porque la búsqueda de cariño o confianza entre padres e hijos no puede rayar en ser permisivo hacia actividades o temas que no son aptos para los menores.

“Es bien positivo, de hecho, es una manera de manifestar el amor, porque es un compartir sano, un compartir alegre, un compartir de diálogo, de entendimiento, de empatía, y todo eso es amor, y si se crea, es un apego que puede perdurar por siempre”, destacó el terapeuta de familia y pareja Reinaldo Oquendo.

“La idea debe ser mantener esta apertura para con tus hijos donde puedan sentirse con la confianza de que les pueden contar diversos temas. De igual manera tener la experiencia de compartir actividades que para ellos son placenteras”, agregó el especialista. 

Como ejemplos, mencionó reacciones que puedan tener los menores cuando existe tal apertura: “‘Tu papá es bien cool porque se puso a jugar gotcha con nosotros, o tu mamá es bien chula porque se une a pintarse las uñas con nosotras y está en este spa con nosotras’”.

Mantener un balance entre esa compenetración y el respeto entre padres e hijos y viceversa se alcanza simplemente con el diálogo. 

“‘Yo estoy aquí, estoy con ustedes, la estoy pasando chilin, pero sigo siendo mamá’, entonces, está la línea tirada. Que quizás estoy siendo un poco más permisiva a la mamá de siempre, pues enjoy it, pero es un estado temporero, que es mantener unos límites, que sigan siendo límites sanadores y claros, pero con un poco más de flexibilidad, y tratar de bajar del nivel del adulto a entrar en el mundo de los hijos, donde ellos se sientan cómodos”, sostuvo el psicólogo.

No hay una edad particular para comenzar este tipo de relación, pero mientras más temprano en la vida del menor, mejor.

“Si entro en una relación con mi niño desde edad temprano, se me va a hacer más fácil. No es que no pueda ser a más edad, pero va a ser un poco más cuesta arriba desarrollarla, porque ya los intereses no son los mismos, y el papá deja de ser una figura preponderante para que sean entonces los amigos, así que si no se trabajó esa relación, va a costar un poco más”, advirtió Oquendo.