Con la brisa serena y la vista del mar apacible de Kaikōura, en Nueva Zelanda, la puertorriqueña Génesis Yamille González Coriano conversa en entrevista telefónica sobre lo maravilloso de atreverse a dar cada paso para llevar a la realidad los deseos que se asoman en su lista.

De ser temerosa para ciertas decisiones, ahora disfruta la soltura de vencer inseguridades y atreverse a probar nuevas experiencias, nuevos ambientes, como lo vive ahora que reside en el lejano país del Pacífico. ¿Su casa? Una camper van con la que aprovecha para recorrer parajes turísticos en su tiempo libre. Con el aprendizaje ganado, darse por vencida antes de intentar no tiene espacio en su filosofía de vida.

“Nueva Zelanda es un destino que estaba en mi mente hace mucho porque soy una persona bien de naturaleza, de espacios abiertos, de aventura, adrenalina, y todo lo que emana Nueva Zelanda es eso”, dijo la risueña boricua de Bayamón sobre la tierra a donde se mudó en octubre del año pasado. Además, se trata de uno de los destinos que concede la visa “working holiday”, un permiso de residencia para hacer turismo mientras se trabaja, por un tiempo determinado.

Su fascinación por viajar comenzó en 2018 a través de un intercambio estudiantil en España. “En ese momento supe que quiero seguir viajando, y empecé a buscar opciones de cómo seguir haciéndolo generando ingresos”.

Con un bachillerato en educación física adaptada, la vocación por impartir enseñanza en diversas disciplinas la llevó en 2021 a un voluntariado en Costa Rica. De paso, también viajó a Guatemala. Islandia, Francia, Perú, Italia, Bélgica y Turquía se suman a los 27 países visitados.

“En Puerto Rico no hay una cultura de viajes”, observa la boricua, cuya cuenta en Instagram supera los 57 mil seguidores, y a través de la que relata continuamente sus andanzas. “Soy una persona de clase media baja. Al compartir historias, lo que busco es que haya gente que diga ‘si ella puede, yo puedo empezar a soñar’”, afirmó convencida, y reiteró que contrario a lo que muchos usuarios le han reclamado, no viene de un nivel económico pudiente.

Orientar es una de las tareas que más disfruta. “Empecé a hacer consultoría con el propósito de que las personas puedan planificar su viaje por su cuenta. Más que yo planificarle el viaje a alguien, es más bien que ellos puedan planificarlos por su cuenta”, especificó Génesis Yamille, quien labora en el área de atención al cliente en un servicio de transporte marítimo a través del ferry.

“Nueva Zelanda está dividida en dos islas. El ferry cruza entre la Isla Norte y la Isla Sur. Cruza a pasajeros y también cruza los vehículos de los pasajeros”, explicó. “La semana que yo trabajo, yo me quedo a vivir a bordo del ferry”, afirmó sobre la ventaja de su empleo, que también le permite estacionar su vehículo de motor en la embarcación. Cada semana alterna aprovecha sus días libres para seguir explorando la región.

Si bien no tardó en adquirir la van, en un principio, cuando se aventuró a visitar Nueva Zelanda, “solamente tenía tres noches reservadas en un hostal”. Su conocimiento de viajes le permitió contactar organizaciones en las redes sociales que se dedican a orientar, incluyendo datos de hospedaje.

“Escribí a uno de esos grupos, que estaba buscando habitación para una semana. Una persona me invitó y me permitió quedarme en su casa de forma gratuita por una semana. Estuve como dos semanas”.

En ese mismo mes, octubre, adquirió su casa rodante, a la que llama “Aurora”. Uno de los pocos retos que ha encontrado, es el de mantener todo en orden. “No soy muy organizada, que si dejo un lápiz fuera de lugar, se ve un reguero grande”, dijo entre risas. Ciertas dinámicas como los que conciernen al aseo, también han tenido sus desafíos, pero siempre ha contado con alternativas. “Hay una aplicación donde puedes encontrar todo lo que necesitas para la van life. Aquí hay baños públicos en todos lados. Las duchas con agua caliente sí son un poco más complejas de conseguir”, expuso. “Pero sí hay opciones en cada ciudad o pueblos grandes, como parques acuáticos o áreas con piscinas, y ahí tú puedes pagar para usar solamente la ducha”.

Pero estas han sido las menores de sus inquietudes. “Lo que me ha pegado un poco más duro ha sido la parte social”, confesó pensativa. “La mayoría de las personas que están viviendo esta van life están en pareja, así es que tú llegas a un camp, que literalmente son estacionamientos, y cada cual está en la suya, que es un poco más inaccesible el contacto social”.

Pero no se desanima, porque a bordo de su casa sobre ruedas, divisa paisajes, sigue explorando rutas. “Amo esta libertad de que puedo estacionar donde yo quiera. Mi cocina es donde yo escoja. Mi noche es donde yo escoja”, expresó con orgullo, y confesó que esta determinación no existía.

Lo que me ayuda en el día a día es la satisfacción de cuando venzo miedos. La primera vez que te atreves a hacer algo es más difícil, te da mucho temor. Pero la satisfacción de haberlo vivido, todo lo que tú creces… Yo puedo ver la persona que yo era hace unos años y la persona que soy ahora, y no se parece”.

Son muchas las enseñanzas derivadas a sus 28 años. “Lo que yo más he recibido de esta experiencia es el sentirme capaz. Yo crecí con muchos complejos y pensaba que mi capacidad estaba solamente en mi inteligencia. Este proceso me ha enseñado que va mucho más allá de eso, que soy una persona que lo que me proponga, siempre que dé pasos para cumplirlo, lo voy a lograr”.