En un principio le parecía agradable. Pero con el pasar de los meses, se tornó en una incomodidad.

“Era bien intenso. Todo el tiempo me preguntaba si tenía los pies bien arreglados”, recuerda “Rebeca” (pidió ocultar su nombre real) sobre quien fue su pareja por casi un año a sus 22.

“Me llamaba a cualquier momento para preguntar si tenía las uñas pintadas. Si le decía que acababa de salir del salón (de belleza) con una pedicura, se ponía bien excitado. Me pedía muchas veces que le enviara fotos de mis pies para ver cómo quedaron”.

De hecho, según Rebeca, “a la hora de la intimidad él empezaba por los pies. Me los masajeaba y, la verdad, eso me gustaba. Como parte de la rutina, le gustaba que yo lo estimulara en su área genital con mis pies”.

La joven recuerda que  jamás había salido con alguien  con una fijación tan marcada.

“Él era de los que de repente me llamaba y me preguntaba, ‘¿de qué color te las pintaste?’. ‘Si supieras que estoy pensando en tus pies ahora mismo’, me decía”.

Si bien en un principio aceptó la situación como una dinámica para la intimidad sexual, eventualmente, se cansó. “Aunque la relación terminó por varias razones, te reconozco que esa fijación abonó a la separación. De momento yo estaba hablándole de algún tema que para mí era importante, y él me cambiaba la conversación con el afán de ver o saber de mis pies. Era mucha su obsesión. Y  llegó un momento en que pensé que yo no le importaba lo suficiente”.

Por qué se desarrollan

La psicóloga Myralys Calaf explica que “el fetichismo se refiere a la excitación sexual intensa y recurrente causada por objetos no animados, por ejemplo, por prendas específicas de vestir como zapatos; o partes especificas del cuerpo que no sean genitales. Al objeto de interés se le conoce como fetiche”.

La también terapeuta sexual menciona que “la fijación sexual con objetos no animados específicos o partes específicas del cuerpo puede variar, desde ser una variante normal de la sexualidad, a ser un desorden mental. Como muchas conductas sexuales atípicas, a menudo es difícil saber dónde trazar la línea entre actividades normales con tonos fetichistas y aquellas que son genuinamente parafílicas”.

La doctora señala que “muchas personas se sienten excitadas sexualmente por ciertas partes del cuerpo, como pies, piernas, nalgas, muslos, senos, y/o por ciertas prendas de vestir utilizadas durante el juego sexual o durante la masturbación”.

Entre los objetos no animados más comunes, señala la ropa interior femenina, zapatos (especialmente tacos y botas), artículos de goma y de seda, prendas de vestir de cuero, y medias pantyhose. “En cuanto a las partes no genitales más comunes, se encuentran los pies, dedos de los pies, y el pelo”, señala.

Al indagar sobre los beneficios que pudiera traer a la relación, la doctora destaca que “la parte no fetichista podría sorprenderse al encontrar que utilizar objetos no animados y/o concentrarse en partes específicas no genitales del cuerpo puede también brindarle variedad, excitación y gratificación a ella.  Por ejemplo, una persona cuyo fetiche son los dedos de los pies de su pareja, puede darse con una pareja que no tiene ningún problema con incorporar esto como parte del juego sexual, dejándole a la parte fetichista que pueda sobarle, olerle, lamerle y chuparle los dedos de los pies libremente. Si esto es consentido por ambos y no le causa angustia ni estrés a ninguno de los dos, no tenemos un problema”. 

A su vez, Calaf especifica que los objetos sexuales que se venden para derivar placer sexual no son considerados fetiches, “a menos que la persona tenga la fijación ya explicada con el mismo, por ejemplo, solamente pudiendo alcanzar excitación sexual en la presencia de ese objeto por el deseo o fantasías que el objeto le provoca mentalmente, y no por las vibraciones (del objeto) u otras manipulaciones físicas que claramente pueden causar placer sexual, porque  están diseñados precisamente con el propósito de estimulación táctil genital. Esto también incluye las prendas de vestir utilizadas por personas, que disfrutan de vestir del sexo opuesto (travestis) y no necesariamente son objetos fetichistas”.

Cabe destacar que “una persona con un desorden fetichista puede sentir la excitación sexual intensa y recurrente por varios objetos o partes no genitales del cuerpo. No tiene que ser limitada a un solo objeto o una parte corporal”.

Calaf también entiende “importante señalar que en muestras clínicas los desórdenes fetichistas son encontrados casi exclusivamente en hombres. Usualmente se desarrollan durante la pubertad, aunque pueden desarrollarse antes de la misma”.

¿Cuándo se puede convertir en un problema? “Cuando la excitación sexual de la persona se circunscribe únicamente a la presencia de dichos objetos y/o partes no genitales del cuerpo”, responde Calaf. 

“La persona que no tiene fetiche puede decidir incorporar el fetiche de su pareja como parte del repertorio sexual compartido, siempre y cuando esto no le cause malestar a la parte no fetichista. La buena comunicación en la pareja va a ser esencial aquí para que ambos se sientan libres de expresar lo que piensan y cómo se van sintiendo al incorporar los intereses de la parte fetichista, pudiendo así respetar los límites y preservar el sentido de comodidad de la parte no fetichista”.

Aspectos a considerar 

La psicóloga Myralys Calaf explica varios factores para que la fijación sea considerada como un trastorno fetichista: 

La persona debe haber manifestado una excitación sexual intensa y recurrente hacia el objeto o la parte no genital del cuerpo por lo menos por seis meses consecutivos. 

Esto se tendría que ver manifestado en su conducta, deseos y fantasías. 

Por lo general, estas personas dependen de estos objetos/partes no genitales del cuerpo como su único medio (o más frecuente medio) de derivar excitación sexual, no pudiendo alcanzar excitación u orgasmo del objeto fetiche no estar presente. 

En otros casos, la persona puede lograr algún tipo de excitación sexual del objeto no estar presente, pero nunca con la misma intensidad que cuando lo está. 

Además, para ser considerado una enfermedad mental, la persona se tiene que sentir angustiada por sus deseos, fantasías y/o conductas, o que las mismas le estén causando impedimentos en su vida social, ocupacional, o alguna otra área importante de su funcionamiento psicosocial.