De tantas historias que han surgido al pasar la visita de la no invitada María, hay una que inspira compartir. Igual que muchos, ella lo había perdido todo. Su casa ya no tiene techo, su ropa se destruyó con aguas negras y le quedaba poco para comer. Me la encontré en una de aquellas largas filas que han servido como ejercicio de paciencia y compartir con más personas que quizás no volvamos a ver. Ella motivaba a los otros invitándoles a sentirse menos angustiados.

Vino desde Vieques, para asegurarse que su hija estuviera bien en la isla grande. No le contaba a ninguno sobre sus pérdidas, solo sonreía y esperaba por su turno que podía ser cinco horas después. Le pregunté, ¿a usted cómo le fue? ¡Me dijo que bien! Y continuó, contándome su historia como si me contara una película de cine. Estaba tranquila, me ponía la mano en el hombro y me decía, todo va a estar bien.

La fila se movió poco y fue mejor así, minuto a minuto su consuelo me alcanzaba, se corría entre todos, formaba un aura que cambiaba la percepción de la línea de gente que cargaba sus candungos.

Salí de allí esperanzada, no de pensar en que la luz llegará en menos de un mes, ni de que las carreteras se arreglarán de un momento a otro, tampoco de que el país será el mismo pronto, mas bien, de que podamos todos acceder a ese lugar que tenemos y que permite que florezca nuestra bondad. Nuestra capacidad de servir, de ser compasivos, de cuidarnos, de darnos consuelo. 

En nosotros hay luz y hay oscuridad, escogemos cuál queremos usar momento a momento. La vida nos ayuda con las pruebas y entonces decidimos libremente quiénes y cómo queremos ser. El miedo nos empuja a levantar nuestra oscuridad, pero puede ser también una gran oportunidad de mirarlo como una invitación a recordar nuestra luz.

El bien que somos nos inspira a ser consuelo y eso es mucho de lo que estamos necesitando, en la calle, en las filas y en las redes sociales. ¡Adelante!

Sugerencias:

1. Desahoguemos nuestra frustración escribiéndola, hablando en voz alta en soledad o con algún familiar o amigo.

2. Luego de desahogarnos, saquemos tiempo para hablar de lo que tenemos y ser agradecidos de ello, comenzando por la vida.

3. Intentemos evitar compartir posts negativos, sínicos o controvertibles, esto aporta a la negatividad colectiva.

4. Usemos las herramientas que sabemos que tenemos para sentirnos mejor y más calmados a diario.

5. Reconozcamos que lo que vivimos fue una experiencia muy fuerte y que todos estamos pasando por momentos difíciles.

6. Compartamos consuelo.

7. Para ser feliz, da lo mejor de ti.