“Tienes que dejar tu ego a un lado”. “Es tu ego lo que te atrasa”. “Esa persona tiene un ego…” ¿Cuántas veces no hemos escuchado o leído esto?

Aceptemos, como ejercicio de fluidez ante la vida, que lo tenemos todos. Es lo que nos empuja a reaccionar sin reflexión y tal vez equivocarnos, a menos que la reacción venga de la sabiduría interna o nuestro bien mayor. Por lo tanto, ¡el ego es el que nos enseña lo que nos toca transformar! Cuando dejemos de ver al ego como algo negativo y más bien como un entrenador personal de nuestra evolución comenzaremos a ser aprendices felices.

El ego también nos da fuerza para querer obtener metas y es lo que nos dirige a enfocarnos en los deseos del cuerpo, materiales y espirituales también. Entonces si 2+2 son 4, mientras tengamos un cuerpo físico como casa o templo del espíritu y la conciencia, el ego siempre estará ahí. ¿Y por qué querer eliminarlo? Mejor hagámoslo parte del equipo.

Cuando las inspiraciones para actuar vienen de una conciencia lo más pura posible, limpia y sana de heridas, el ego comienza a ofrecer toda su pasión, fuerza y determinación a los propósitos reales y honestos que nos lleva entonces a nuestro camino, el que se siente correcto,  hacia el bien común, la empatía, y acercarnos así a la paz interna. Se puede, solo hace falta intentarlo.

Sugerencias de acciones para trasmutar:

* Yo siempre tengo la razón

* Boicot a la comunicación

* Hablar del prójimo como inferior

* Olvidar la búsqueda de un bien común

* Actuar como víctima constante

* Ignorar la verdad interna

* Imponer pensamientos sin considerar otros

* No respetar la forma de pensar del otro

* Insultos

* Peleas

* Ataques

* Violencia