Ningún alimento es milagroso. Y tampoco funciona por sí solo. Pero sí está comprobado que algunos pueden ayudar a nutrir (y a estimular) las áreas del cerebro relacionadas con el aprendizaje, la memoria y la concentración. 

Ya próximos a arrancar con el nuevo curso escolar toca ejercitar las neuronas de los chicos y chicas, esas que nunca han dejado de funcionar, pero que durante los pasados meses han estado “ocupadas” en otros asuntos.

El órgano que capta nuestra atención ahora es el más maravilloso del cuerpo: el cerebro. Por fuera es el más grande del sistema nervioso central y constituye el centro de operaciones de todo el organismo, la torre de control. Pesa casi el 2% de la masa corporal total y tiene forma de nuez. Por dentro es una auténtica maraña de cables eléctricos que se conectan entre sí (las neuronas). Es el más misterioso anfitrión en el que se alojan el aprendizaje, la memoria, la concentración, el lenguaje, el estado de ánimo... Ilimitada es, pues, su complejidad.

¿Influye realmente la comida en la capacidad cognitiva?

Por supuesto que sí, incluso desde antes de nacer. “La forma en que la madre se alimenta durante el embarazo repercute en la salud del bebé durante toda su vida”, nos cuenta el Dr. Ramón Cangas, miembro del Comité Asesor del Consejo General Dietistas-Nutricionistas (CGDN). “Un estudio coordinado por la Universidad de Granada -continúa el experto-, concluyó que una correcta alimentación de la embarazada favorece un desarrollo psicomotor y cognitivo óptimo del bebé”. 

Esta fantástica ‘máquina’ empieza a formarse ya en las primeras semanas de embarazo, experimenta su mayor crecimiento cerca del tercer año y a los 6 ya está al 90% de su tamaño definitivo. Pero ahí no se acaba la historia. Contrario a lo que se pensaba antes, el cerebro se regenera constantemente, se van muriendo algunas neuronas y reproduciendo otras.

Neuronas: ¡a la mesa!

Esta constante actividad del cerebro supone el 20% del gasto energético del organismo del niño, que hay que compensar con mimo, estímulo, ejercicio, pero, sobre todo, con una alimentación que cubra sus exigentes requerimientos. Ahora que empieza la época de estudio, conviene elegir alimentos especialmente ricos en nutrientes que participen en procesos tan importantes como el aprendizaje, la memoria, el lenguaje y la atención. Una advertencia: no hay alimentos buenos ni malos y tampoco un alimento por sí solo hace milagros. Sin embargo, la ciencia demuestra que una alimentación saludable, variada y equilibrada irrigará mejor el cerebro, permitiendo que los nutrientes y el oxígeno lleguen a cada neurona y que se generen nuevas conexiones nerviosas. 

¿Pero cuáles son aquellos alimentos que pide el cerebro? 

Los imprescindibles

Pescados azules: omega 3 por excelencia Facilitan las conexiones nerviosas, favoreciendo el aprendizaje y la memoria. Se encuentran en pescados azules (salmón, trucha, sardina, atún y arenque), mariscos, nueces y aceites vegetales (de soja, por ejemplo).

Pasta: la energía de los carbohidratos Los hidratos de carbono se convierten en glucosa, por lo tanto, son energía para el cerebro. Los que nos van a interesar son los de absorción lenta, que permiten que siempre haya glucosa disponible para el cerebro, sin que se acabe de repente como ocurre con los azúcares, que proporcionan energía inmediata, pero cuyo efecto se acaba rápidamente. Se encuentran en: la pasta, los cereales, como avena y arroz, las papas, el pan...

Huevos: para fortalecer las neuronas Las vitaminas del grupo B intervienen en la formación de los neurotransmisores, sustancias que pasan información de una neurona a otra, a través de las conexiones nerviosas. Fortalecen la memoria y la concentración, y estimulan una buena irrigación. Se encuentran en: los huevos (la clara es, además, una excelente fuente de proteínas), frutas y verduras, pescados, lácteos y frutos secos.

Legumbres: proteínas y hierro mejores que los de la carne Ayudan a mejorar el rendimiento intelectual, la concentración y la agilidad mental, ya que las primeras, promueven las conexiones y el hierro, oxigena el cerebro. Se encuentran en la carne roja, una gran fuente proteica y de hierro. Pero también es el alimento que más grasa saturada lleva asociada, por lo que es necesario moderar la ingesta. Las legumbres (proteínas vegetales de alta calidad biológica), pescado, lácteos, mariscos. Las frutas y verduras tienen hierro.

Frutos secos: las grasas buenas de un picoteo inteligente Los ácidos grasos mono o poliinsaturados, o sea, las grasas buenas que reducen el colesterol, aumentan la concentración y la memoria. Se encuentran en: frutos secos, aceite de oliva y el aguacate.

Yogures y queso: calcio contra el estrés El calcio contribuye a regular la función nerviosa y la presión arterial, que suele elevarse cuando hay estrés. Se encuentra en: frutos secos (nueces), verduras, frutas, pescados y yema de huevo.

Guineos, aguacates y tomates: vitaminas para la agilidad mental Las vitaminas y los minerales son nutrientes que protegen y ayudan en el desarrollo neuronal, controlan el riego sanguíneo del cerebro, favorecen el impulso nervioso y ayudan a la formación de nuevas neuronas. Mejoran la concentración y agilidad mental. Se encuentran en: frutas y verduras. El guineo, por ejemplo, aporta potasio; el aguacate, magnesio y vitaminas antioxidantes, y los tomates tienen licopeno, un antioxidante que protege del daño celular del cerebro.