Últimamente se habla mucho sobre el aceite de coco como un alimento casi milagroso que tiene, afirman sus seguidores, más de una docena de beneficios para la salud, el cuidado del cuerpo y, sobre todo, para perder peso.

Los supuestos beneficios se comentan por montones en internet. Por ejemplo, en Google, la búsqueda de este producto cuenta con más de 31 millones de resultados.

Sin embargo, no todos ven a este aceite con tan buenos ojos. Desde la comunidad científica las afirmaciones en torno a sus propiedades se tratan con cierto escepticismo, y desde el estrado académico le llueven un sinnúmero de críticas.

"Puro veneno"

Uno de los comentarios más mordaces ha sido el de la doctora Karin Michels, directora del Instituto para la Prevención y Epidemología de Tumores de la Universidad de Driburgo y profesora de la Escuela de Salud Pública TH Chan de la Universidad de Harvard.

Michels calificó recientemente al aceite de coco como uno de los "peores alimentos que se pueden ingerir", incluso, ha dicho que se trata de "puro veneno", un golpe bastante fuerte para quienes pregonan sus múltiples bondades.

Su discurso, titulado "Aceite de coco y otros errores nutricionales", tuvo lugar en una importante universidad alemana y se ha visto más de un millón de veces en YouTube.

Para Karin, este producto sería muy peligroso debido a su alto contenido en grasas saturadas (86%), mayor que el de la manteca de cerdo (39%) o la mantequilla (51%). 

Pero ¿qué son las grasas saturadas y por qué son perjudiciales?

Grasas buenas y malas

Nuestro cuerpo necesita el consumo de grasas para funcionar de una manera adecuada. Estas son una fuente de energía indispensable, pues contienen la mayor cantidad de calorías en comparación con cualquier otro nutriente y ayuda a absorber la vitamina. 

Así, por ejemplo, durante el ejercicio, el cuerpo utiliza las calorías de los carbohidratos que se han consumido; pero después de 20 minutos, el ejercicio depende entonces de las calorías provenientes de la grasa para continuar.

No obstante, no todas las grasas son buenas. Según la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos, la grasa saturada es una de las grasas alimenticias más dañinas junto con las grasas trans. Se encuentra presente en altas cantidades en alimentos como la mantequilla, el aceite de palma y de coco, el queso y la carne roja.

El problema con las grasas saturadas es que elevan el nivel de colesterol malo (LDL), lo que nos pone en riesgo de sufrir un ataque cardíaco, un accidente cerebrovascular u otros problemas de salud mayores como la obesidad, con todos sus riesgos.

Por eso la doctora Michels comentaba que, dado que las grasas saturadas bloquean las arterias que van al corazón y pueden conducir a la muerte cardíaca, “cuanto más aceite de coco se consume, más se bloquean las arterias y más riesgo de infarto existe”.

Pero no todas las grasas son malas. Las grasas mono insaturadas y poliinsaturadas (presente en alimentos como la palta, aceite de olivo y aceitunas, etcétera) se consideran saludables para el corazón y pueden ayudar a mejorar el colesterol.

Lo mismo ocurre con los ácidos grasos Omega 3 (que se hallan en el pescado, el tofu, las nueces, etcétera), que sí son saludables para el corazón y pueden reducir los valores de triglicéridos de la sangre.

Entonces, cabe preguntarse: ¿si el aceite de coco es malo, por qué es tan popular?

Popularidad y estudios científicos

Como toda grasa saturada, el aceite de coco aumenta el colesterol malo (LDL), pero a su vez también aumenta el colesterol bueno (HDL).

Además, algunas investigaciones sostienen que los ácidos grasos de cadena media, como el ácido láurico (presente en este aceite), no elevan los niveles del colesterol LDL en suero tanto como ocurre con los ácidos grasos de cadena corta.

Justo esa es la premisa de la que se aferran sus seguidores para defender algunos de sus más afamadas virtudes, como su supuesta cualidad para reducir el peso.

Sin embargo, la verdad es que existen pocos estudios a largo plazo que consideren la relación entre el aceite de coco y la salud del corazón, como comentan los especialistas de la Clínica Mayo de Estados Unidos.

Por otra parte, la actual moda del aceite de coco, como tantas otras modas alimenticias, se apoya en el creciente interés de muchas personas por consumir productos naturales en vez de productos químicos o procesados.

A esto hay que añadir que algunas famosas han ayudado a reforzar la creencia en el aceite de coco, como Angelina Jolie, Miranda Kerr o Gwyneth Paltrow.

Alimentos sanos

Aunque no todas son malas noticias. En un experimento con 94 voluntarios realizado por la BBC, en el que participaron académicos de varias prestigiosas universidades de Estados Unidos, se tuvo un resultado inesperado cuando se puso a prueba el afamado aceite.

En los voluntarios que habían consumido aceite de coco no solo no había un aumento del colesterol malo -como era de esperarse- sino que también habían elevado el colesterol bueno (HDL) hasta en un 15%.

No obstante, estos resultados no se pueden tomar como una prueba concluyente de las posibilidades benéficas del aceite de coco. Por la poca documentación científica, es difícil conocer con claridad los reales resultados a largo plazo.

Al respecto, el doctor Elmer Huerta explica a El Comercio que "el aceite de coco contiene una alta cantidad de grasas saturadas, que algunas investigaciones relacionan a enfermedades del corazón. Comparado con el aceite de oliva (considerado el más saludable), una cucharada de aceite de coco contiene 12 gramos de grasa saturada, mientras que una cucharada de aceite de oliva, solo un gramo". 

Por eso "si a alguien le gusta el sabor de ese aceite, la recomendación sería consumirlo en muy pequeñas cantidades", añade.

Por su parte, la nutricionista Magaly Urdanivia considera que si se va a consumir aceite de coco "hay que tener en cuenta la dosis adecuada para cada paciente, no hay que exagerar en su uso". 

"Para mí, grasa es grasa. Por más que sea saturada o no, de todas maneras hay que tener control en la cantidad que se le da a cada persona", comenta la especialista.

Finalmente, la doctora Karin Michels recomienda en su intervención, citando un estudio de la Sociedad Americana del Corazón, sustituir grasas saturadas por grasas mono o polisaturadas, presentes en alimentos como las nueces, los pescados o la palta.