Un día Abigail Acevedo llegó al hogar de cuido donde hacía poco había ingresado a su mamá, luego de que la diagnosticaran con Alzheimer, y para su sorpresa encontró algunos ancianos llorando, otros gritando y las áreas de los cuartos malolientes.

Eso le partió el corazón y no se perdonaba que hubiese dejado a la mujer que la trajo al mundo en un lugar así. Por supuesto, la movió de sitio tan pronto pudo.

Poco después, sin encomendarse a nadie, Abigail cambió su carrera en el campo del Derecho por el mundo de atención a los pacientes mayores de edad. Estableció un hogar de cuido y no se arrepiente.

“El ver el lugar donde ella (mi mamá) estaba anteriormente, las necesidades que ella tenía que no se les suplían, yo quise hacer algo diferente, darle calidad de vida que para mí era lo más importante, darle cariño”, relató.

También hubo otra razón de peso: su único hijo, Ricky, tiene Síndrome Down, y a largo plazo, Abigail sabe que él necesitará ciertos cuidados y quizás ni ella ni su esposo Ricardo Irizarry estén en condiciones de brindarles ese apoyo.

VISITA EL ESPECIAL DIARIO DE ALZHEIMER

“Yo me visualicé como viejita con un hijo con necesidades especiales (y me pregunté) quién iba a cuidar a mi hijo y quién me iba a cuidar a mí. Yo pensé que quería un hogar para madres y padres de hijos de necesidades especiales para que no se separaran nunca”, indicó.

Con eso en mente Abigail adquirió una casa que en poco tiempo se hizo pequeña para  la visión que se había forjado de ese lugar ideal. Así que hizo las gestiones para mudar su nueva empresa a otra casa donde además de múltiples cuartos, tienen una piscina donde Ricardo les da terapias acuáticas a los residentes.

No ha sido un camino fácil, pero su empeño no disminuye.

“Hemos tenido que poquito a poco ir fortaleciéndonos en el área, preparándonos, capacitándonos, conociendo las diferentes etapas y condiciones (de cada persona) porque no es solo darles alimento y ya. Ellos tienen otras necesidades y nosotros nos convertimos en los hijos de ellos”, afirmó.

Abigail sabe que no todo el mundo está preparado o dispuesto a dejar a su papá o a su mamá bajo el cuidado de terceros. A veces, incluso, son los familiares de la persona mayor quienes no se acostumbran a llevarlos a un lugar de cuido y al poco tiempo los buscan de regreso.

“Separarte de ellos es bien difícil. Por eso yo creo que yo pude entender y entiendo muchos de los familiares cuando vienen donde mí y hasta lloran porque van a sacar a su papá o su mamá de su casa y se sienten culpables, como si los fueran a abandonar, pero eso me pasó a mí: ver a mi mamá, entregarla en un hogar, para mí eso fue impactante... Para un familiar nunca es fácil... pero hay que aceptar los cambios en este ser querido y buscar la ayuda”, enfatizó.

Una pregunta que deben hacerse los familiares de personas diagnosticadas con el mal que tengan dudas sobre si llevarlos a un hogar es la decisión adecuada para ellos es cuánto descanso están teniendo y si han comenzado a afectarse. Asimismo, hay que considerar cuánta ayuda reciben de otros familiares y si no es mucha, no hay que sentirse culpable.

“El familiar (cuidador) se afecta mucho más que ellos (los pacientes) porque tú ver a tu padre o tu madre deteriorándose no es nada fácil, pero tienes que saber hacer una buena selección. Tienes que ir con calma seleccionando, buscando, mirando dónde tú vas a dejar a ese ser querido y entonces tomas la decisión de dejarlo donde ellos estén de la mejor forma para que también (los familiares) puedan seguir su vida más cotidiana”, agregó.

Sin embargo, tampoco se trata de un “depósito”, alertó Abigail.

“No pueden mirar esto tampoco como un depósito. Esto no es un sitio donde tú depositas a una persona y te olvidas, no. La terapia para que ellos continúen su vida dentro de lo que se pueda lo más normal posible, es que el familiar esté ahí, participe, venga, que esté con ellos”, expresó.

En Puerto Rico hay cerca de 850 establecimientos de cuido de personas mayores debidamente licenciados por el Departamento de la Familia.

Esa agencia además debe supervisarlos cada tres meses o antes si lo estima necesario, según informó Bruni Vélez portavoz de prensa de la agencia.

Pero, ¿qué debe tener un buen hogar de cuido para  una persona con Alzheimer?

Según Abigail, lo primero es contar con personal que  conozca la condición, sus síntomas y sus etapas.

“Muchos lugares te lo pueden atender como paciente psiquiátrico y no ellos no son pacientes psiquiátricos. Es gente que tiene unas deficiencias y tú tienes que buscar aquellas necesidades que ellos tienen…. Otras de las cosas que un hogar debe tener es personal comprometido y capacitado. Si tú no tienes un personal con calidad humana, comprometido, capacitado, no vas a poderlos ayudar. Tienes que tener esa compasión”, afirmó al tiempo que indicó que mucha gente pierde la paciencia ante cosas normales bajo esta enfermedad como la repetición constante de historias o preguntas.

“Yo recomiendo a los hijos que busquen un lugar donde los amen, donde los quieran, donde le den calidad de vida. En un hogar donde tú no tienes la confianza de llegar, de que cuando tú llegas no vas a poder verlo… Siempre les pedimos que vengan, vean a sus padres, no los dejen solos, lleguen en horas que sean sorpresa para que vean cómo están sus padres”, aconsejó.

Una buena señal,  a su juicio, es cuando el paciente le demuestra amor a sus cuidadores.

“Cuando vienen a veces los hijos y ellos le dan más atención a uno que al mismo hijo, ya tú sabes que él está bien, no tienes que buscar nada más”, dijo.

Minerva Collazo Ibern también puso a su mamá Ana Ibern en un hogar de cuido y en su primer intento no le fue bien.

Relató que en aquel lugar no  atendían bien a su mamá, que se caía constantemente, aparte de que comenzó a mostrar un desgaste a un ritmo muy acelerado que no era el que había experimentado hasta ese momento.

“Estuvo triste, lloraba mucho en el otro hogar, cambió su forma de ser, se caía a cada rato y eso como que ya era indicativo de que algo está fallando, pero el cambio radical de su carácter me llevo a conseguir otro sitio”, relató mientras su madre estaba sentada a su lado.

En su caso la decisión de llevarla respondió a varios factores. Para empezar dos de sus hermanos ya habían fallecido, mientras que su otra hermana vive en Orlando y también está luchando con sus propias condiciones de salud.

El otro factor fue que, tras largas horas de cuidado, Minerva empezó a “alejarse”.

“Hay una cosa bien importante que es el síndrome de la quemazón y es que el cuidador también se enferma y ya yo me estaba enfermando. Ya mi esposo veía que yo me iba, como que mi vista se veía distante y era que yo me estaba refugiando porque no es fácil... El cuerpo mismo te está avisando, te está diciendo: 'busca ayuda' y  yo la busqué”, expresó.

No obstante, Minerva visita a su mamá casi todos los días y algunos fines de semana la lleva de paseo al campo junto a su familia, lo que le despierta a Ana algunos recuerdos de su infancia.

Mientras Minerva se desahogaba, en una de las terrazas  del hogar un grupo de los residentes jugaba dominó. Otros descansaban o miraban la televisión, como Juan de Dios y su esposa Ana Rivera quienes llevan 60 años de casados y ambos sufren de Alzheimer, pero siguen unidos y son de los más consentidos en el hogar.

“Si tu miras esto como un negocio nunca los vas a poder ayudar pero si tú los miras con cariño, los miras con ternura, pues sí vas a lograr las cosas que uno quiere hacer con ellos”, declaró Abigail.