Las enfermedades pueden haber influido en la extinción de los neandertales más de lo pensado. Incluso pueden ser la razón principal por la cual somos el único grupo humano que queda en el planeta.

Así lo estipula un nuevo estudio que propone que los patrones complejos de transmisión de enfermedades pueden explicar no solo cómo los humanos modernos pudieron eliminar a los neandertales en Europa y Asia en unos pocos miles de años, sino también, y quizás más desconcertante, por qué el final no llegó antes.

La evidencia arqueológica sugiere que el encuentro inicial entre los neandertales eurasiáticos y una nueva especie humana que recientemente se desvió de África, nuestros antepasados, ocurrió hace más de 130 mil años en el Mediterráneo oriental, en una región conocida como el Levante (región de Oriente medio ubicada principalmente en lo que hoy ocupan países como Siria, Líbano, Israel, Palestina y Jordania).

Sin embargo, pasarían decenas de miles de años antes de que los neandertales comenzaran a desaparecer y los humanos modernos se expandieran más allá del Levante. La pregunta de por qué tardó tanto ha sido una interrogante entre los expertos durante años y ahora, el equipo liderado por Gili Greenbaum, investigador postdoctoral en Biología de la Universidad de Stanford, intenta dar una respuesta.

Empleando modelos matemáticos de transmisión de enfermedades y flujo de genes, Greenbaum y un equipo internacional de colaboradores demostraron cómo las enfermedades únicas que albergaban los neandertales y los humanos modernos podrían haber creado una barrera invisible para las enfermedades que desanimaba las incursiones en territorio enemigo. Dentro de esta estrecha zona de contacto, que se centró en el Levante, donde tuvo lugar el primer contacto, los neandertales y los humanos modernos coexistieron en un equilibrio incómodo que duró decenas de milenios.

Irónicamente, lo que pudo haber roto el estancamiento y finalmente permitió que nuestros antepasados suplantaran a los neandertales fue la unión de nuestras dos especies a través del mestizaje. Los humanos híbridos nacidos de estas uniones pueden haber portado genes relacionados con el sistema inmune de ambas especies, que se habrían extendido lentamente a través de las poblaciones humanas y neandertales modernos.

A medida que estos genes protectores se propagan, la carga de la enfermedad o las consecuencias de la infección dentro de los dos grupos se levantan gradualmente. Eventualmente, se alcanzó un punto de inflexión cuando los humanos modernos adquirieron suficiente inmunidad para poder aventurarse más allá del Levante y profundizar en el territorio neandertal con pocas consecuencias para la salud.

En este punto, otras ventajas que los humanos modernos pueden haber tenido sobre los neandertales, como las armas más mortales o las estructuras sociales más sofisticadas, podrían haber adquirido mayor importancia.

“Una vez que se cruza cierto umbral, la carga de la enfermedad ya no juega un papel, y otros factores pueden entrar en acción”, explicó Greenbaum.