En mis años escolares, nunca fui fanática de la Carrera del Pavo. Era “voluntario” participar, pero daban unos puntitos a quienes lo hicieran, así que tenía que apuntarme. Regalaban un pavo al primer lugar, pollos al segundo y tercero, y los famosos pollitos de colores a todos los participantes, esto último me alegra que ya no se haga. Como todo evento competitivo, al final ganaban unos y perdían los otros, la mayoría. De todas formas siempre buscaba la manera de formar alguna buya para pasarla bien.

Por eso me gustó tanto el vídeo que se hizo viral en las redes, la pasada semana, en el que un grupo de estudiantes en una escuela en Río Grande, decidieron convertir la carrera en algo muy especial. Sin decirle nada a sus maestros, todos los participantes se pusieron de acuerdo para correr detrás de un estudiante con necesidades especiales y permitirle así ganar la primera carrera de su vida.

Resultó algo bonito, natural. Allí celebraron todos, pues el gesto convirtió a todos los estudiantes en ganadores. Sin saberlo, estos alumnos convirtieron la Carrera del Pavo en un verdadero gesto de acción de gracias. Es así como se agradecen las bendiciones, ayudando a los demás a ser felices. Pienso que una carrera competitiva no es la mejor actividad para celebrar Acción de Gracias.

La competencia en sí misma, es una actividad excluyente, donde no todos disfrutan por igual. Por eso no tengo los mejores recuerdos de cuando me tocó participar, casi forzada. Deben las escuelas añadir otras actividades, que complementen las competitivas y que sirvan, además, de espacio a los maestros para dialogar con sus estudiantes sobre la importancia de compartir y agradecer. 

Por eso fue tan significativo lo que estos jóvenes hicieron, que estoy segura se convirtió en una gran enseñanza para todos. 

Felicidades a estos jóvenes de Río Grande, por servir de ejemplo. El año próximo, todas las carreras o actividades deben ser como esta: menos competencia y más confraternización. 

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